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La imagen es muy conocida. En la época de la cosecha, el segador separa la cizaña del trigo, lanza la primera al fuego y guarda cuidadosamente el segundo. Una alegoría del proceso de remate del Juicio Final.
Sobre ese proceso de separación de la cizaña o paja del trigo, dice Abdruschin en su Mensaje del Grial, la obra “En la Luz de la Verdad”:
“Mientras la simiente crece y va madurando lentamente para llegar a ser cosechada, muchos granos se echan a perder. Por no levantarse, es decir, por no haber desarrollado sus facultades superiores, dejándolas pudrir o marchitar, tendrán que perderse en la materia. Pero los granos que hayan germinado y se alcen sobre el suelo, serán escogidos minuciosamente durante la cosecha, y las espigas llenas serán separadas de las vacías. Después de la cosecha, se procederá a separar, con la misma minuciosidad, el grano de la paja”.
Quien ya se detuvo para reflexionar en esa separación, ha de haber relacionado la cizaña solo a aquellas personas muy malas, capaces de atrocidades indecibles, en suma, criminosos irrecuperables. Errado no es, pues esas criaturas de hecho ni pertenecen a esta Tierra, y no deberían estar por aquí. Pero la conceptuación de cizaña es muy abarcadora. Engloba todos los seres humanos que desarrollaron su personalidad en sentido errado, de modo contrario a las leyes que gobiernan la Creación, por tanto, contrario a la propia voluntad del Creador. Tendrán que perderla nuevamente, por ser imposible edificar algo de útil con ella.
Son aquellas personas que dejaron su espíritu dormir en indolente comodidad durante milenios, y que, incluso con todas las advertencias de la vida, con todos los graves retornos de karma, no se animaron a moverse espiritualmente. Es la misma imagen de aquel siervo inútil de la parábola de los talentos, que en vez de aplicar la dádiva recibida y hacerla rendir frutos en abundancia, prefirió enterrarla. La cizaña es, pues, el conjunto de criaturas humanas que prefirieron permanecer durmiendo, hasta el punto en que su espíritu absolutamente no puede más despertar, visto ya haber zambullido en el sueño de la muerte. Son aún aquellos que solo creen en la materia y solo ven valor en cosas terrenas adscritas al espacio y al tiempo, no queriendo saber nada de lo que se encuentra por encima del ámbito material, por tanto, de la vida real.
Sin embargo, hay una clase de espíritus soñolientos que aún no se convirtieron en cizaña, aunque también no puedan ser considerados trigo. Están en un momento de decisión de toda su existencia hasta aquí, que abarca varias vidas, tanto en el Más Acá como en el Más Allá. Los dolores y sufrimientos que los alcanzan son, por consiguiente, un acto de gracias del amor divino, que no quiere que ellos se pierdan, pero sí que despierten a tiempo y tomen la senda de la ascensión espiritual. Son esos los que corresponden a la imagen de la parábola del hijo pródigo, del hijo perdido que revivió, y que, por esa razón desencadena alegría en el cielo por ocasión de su regeneración.
Por eso ya está más que en la hora de que finalmente movamos nuestro espíritu, aparentemente tan cansado. De que busquemos conocer y reconocer las leyes del Universo, que traen en sí la Voluntad del Omnipotente, y, sobre todo, de vivir irrestrictamente en conformidad con esas leyes. Pues vivir de acuerdo con la Voluntad de Dios es la llave para la obtención de la vida eterna. Es el milagro que puede hacer que una casi cizaña se convierta en trigo, y, con eso, poder sobrevivir en el actual proceso de depuración universal. Dice aún Abdruschin en su Mensaje del Grial:
“Pero hoy nos hallamos, por fin, muy próximos al instante en que habrá de llegar la siguiente gran era de la creación, la que dará a todo el necesario impulso y aportará lo que ya debía haberse aportado durante la primera era con la encarnación del primer ser humano: el nacimiento del hombre integral espiritualizado, el cual dará un poderoso empuje a toda la creación materialmente física y la ennoblecerá, cumpliendo así la verdadera misión del hombre sobre la Tierra.
Entonces, apenas sí quedará sitio para el oprimido materialista, encadenado a los conceptos terrenales de espacio y tiempo. Será un extranjero en todos los países, un apátrida. Se marchitará y sucumbirá como el tamo que se separa del trigo. ¡Estad alerta! para que, en tal separación, no se os halle excesivamente ligeros”.
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