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A lo largo de muchos miles de años, el ser humano se alejó cada vez más de su Creador, y con eso, perdió la capacidad de conocer y reconocer la Voluntad de Él, expresa en la forma de leyes inflexibles que mantienen y sostienen toda la obra de la Creación. De ese modo, abrió mano voluntariamente del mayor apoyo que le estaba previsto, que le había sido destinado con tanto amor, encontrando como consecuencia solo dolor y sufrimiento, justamente lo contrario de lo que esas leyes preconizaban para él en su peregrinación por los mundos materiales.
Una de las más grandes transgresiones por él cometidas fue con relación a la expresión por el lenguaje, la palabra humana. Tan displicentemente pecó y continúa pecando en ese sentido, que hoy es hasta difícil que formemos una noción aproximada del tamaño de esa violación y de sus consecuencias.
Hablamos demás, en hora inapropiada y en locales inadecuados, de manera inoportuna y frecuentemente disociado de lo que vibra en nuestro interior. Todo eso ocasiona un grave efecto de karma negativo, que nos hace hundirnos espiritualmente, poco importando si tenemos o no conciencia de eso.
Dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“¡Cuidad vuestras palabras! ¡No habléis por hablar! ¡Hablad solamente cuando, como y donde sea necesario! En la palabra humana debe existir un reflejo del Verbo Divino, el cual es Vida y seguirá siéndolo eternamente”.
¡Un reflejo del Verbo Divino… un reflejo de la Palabra Viva! Cuán lejos, sin embargo, estamos se esa preconizada actividad. Solo basta recordar cuantas veces hablamos algo distinto de lo que dicta nuestra voluntad interior. Solo eso ya es plenamente suficiente para traernos desgracias multiplicadas por la efectuación de la Ley de la Reciprocidad. Inmensa hipocresía es decir cosas bellas mientras sentimos cosas feas, y enorme estupidez es suponer que de esa actuación malsana podrá advenirnos algo de bueno. Sembramos cardos y esperamos que nos florezcan rosas…”
Continúa Abdruschin en el Mensaje del Grial:
“Las palabras que formáis, las frases, determinan vuestro destino exterior sobre esta Tierra. Son como semillas que caen en el jardín que vosotros cultiváis a vuestro alrededor; pues toda palabra humana pertenece a lo más vivo de todo lo que vosotros podéis realizar en la Creación para vosotros mismos”.
Nuestro destino exterior en este planeta es moldeado por nuestras palabras, por nuestro modo de hablar. Si conseguimos comprender eso correctamente, entonces seremos mucho más cuidadosos con nuestro lenguaje, sin grandes esfuerzos. Y cuando dirijamos la palabra a nuestro semejante, será únicamente en el sentido constructivo, sea para eliminar algún mal entendido, para confortarlo en cualquier vicisitud, para enaltecerlo por una buena acción, para encorajarlo en una dificultad, o hasta para advertirlo cuando sea necesario. No importa. Si nuestras palabras brotan del amor, ellas edificarán dónde quiera que encuentren un suelo propicio, y germinarán también a nuestro alrededor en jardines multicolores.
Una antigua enseñanza sumeria afirma: “Las palabras formadas por los seres humanos deben semejar cadenas de perlas de oro, que alegran y adornan al prójimo.” *
Entonces, adornemos nuestros semejantes siempre con esas cadenas de perlas, pues, de esa forma estaremos sembrando felicidad, diseminando dádivas, y en los efectos de la reciprocidad nuestra alma será también ricamente adornada de bendiciones.
(Conozca las obras literarias publicadas por la Ordem do Graal na Terra. Ingrese a: bit.ly/libros-OGT).
*Extraído de El Libro del Juicio Final (bit.ly/Juicio-OGT), de Roselis von Sass.