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Cavilar continuamente a respecto de sí propio no es el camino correcto para la evolución. Pues con eso la persona dirige su mirada siempre apenas para sí misma, buscando disecar continuamente lo que está en su alma, envés de direccionarlo alegremente para un albo puro y elevado. El esfuerzo en eliminar nuestros errores y fallas debe, sí, ser permanente, pero como resultado natural de una voluntad interior orientada siempre en el sentido del bien, y no como un efecto forzado de análisis intelectivas.
Buscar actuar de modo correcto en todas las situaciones, pero con la intuición, como consecuencia del impulso ascendiente del espíritu, y no por cuenta de agotadores diagnósticos del raciocinio. Actuar siempre de modo justo, independientemente de si estamos siendo observados o no, de nuestras acciones poder o no hacerse conocidas por los que nos rodean. De ese modo también eliminaremos en su nacimiento, de modo simple y natural, cualquier tendencia de surgimiento de una nueva falla, mientras que las antiguas se extinguirán por sí mismas, por no encontrar más ningún punto de anclaje en un alma que se hace cada vez más purificada y luminosa.