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Indolencia o vivacidad espiritual también se muestran en la forma como la persona lidia con sus creencias. Mientras algunos se aferran a la fe aprendida, sin querer saber ni escuchar nada de diferente, otros utilizan lo que aprendieron en la juventud como apoyo válido para una impulsión a nuevos aprendizajes y reconocimientos.
En el primer caso, el ser humano se contrapone a la ley del movimiento, lo que trae como consecuencia la estagnación espiritual y, por fin, el retroceso (http://bit.ly/2dT6wZr). En el segundo caso, al contrario, el espíritu se mueve de modo correcto, prosiguiendo con calma y seguridad en sus caminos de desarrollo. En el otro lado de la vida, esas dos situaciones se mostrarán de modo muy claro y evidente.