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Cada vida terrena constituye una oportunidad sin igual para redimir antiguos errores, reconocer nuevas verdades y dar un impulso decisivo en el camino de la evolución del espíritu. La vida terrena es una autentica dádiva de los cielos, por la cual podemos y debemos agradecer de la única manera genuina: viviendo en estricta conformidad con la Voluntad de nuestro Creador.