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Para que un buceador pueda investigar el fondo del mar, él necesita de una vestimenta adecuada: un escafandro, que le permita moverse y actuar en el ambiente más denso del agua.
Análogamente, para que el espíritu humano pueda vivir e interactuar en la materialidad más densa, la cual funciona como una escuela para su necesario madurar, él necesita revestirse de un envoltorio adecuado a ese ambiente más denso, que es su cuerpo físico.
El cuerpo no es, por tanto, el ser humano propiamente, pero apenas su vestimenta más exterior, que no obstante, tiene que ser conservada sana y vigorosa para posibilitar la adecuada actuación del espíritu. Propiamente dicho, la criatura humana es, única y exclusivamente, el propio espíritu humano. Es tan solamente el espíritu que nos da la consciencia de la individualidad, el sentimiento que percibimos como siendo nuestro “yo”.
El concepto materialista de que la consciencia humana resulta de la actividad neuronal del cerebro no es verdadero. Por cierto, tal como constató el médico Eben Alexander, un ex escéptico y completo no creyente de la vida espiritual, que cambió radicalmente de opinión al pasar por una experiencia de casi muerte.
Cada uno de nosotros percibe nítidamente el sentimiento del “yo” durante toda nuestra vida. Entonces, ¿Como él podría estar asociado a un cuerpo perecible?…Si fuese así, ese sentimiento tendría que alterarse también con el pasar de los años. Tendría que sufrir el efecto de la vejez y mostrarse por fin debilitado y arrugado. Pero el sentimiento del “yo” no cambia durante la vida terrena, no se altera con el pasar de los años, al contrario, permanece siempre el mismo. El cerebro va perdiendo la agilidad con el tiempo, la memoria falla, las articulaciones crujen, los órganos trabajan más lentamente, pero el sentimiento del “yo” no cambia. No cambia porque no proviene de ninguna parte del cuerpo material terreno, mutable y perecible, pero si únicamente del espíritu.
El sentimiento del “yo” es un profundo sentimiento intuitivo, proveniente del propio espíritu. Es oriundo de nuestro núcleo interior, en nada semejante a los sentimientos provenientes de la actividad del raciocinio, cuando nuestros pensamientos actúan sobre los nervios del cuerpo.
El hecho de que para nosotros sea permitido decir “yo” indica un inalienable derecho de libertad, asociado a la más absoluta responsabilidad personal con relación a todo cuanto pensamos, hablamos y hacemos. Responsabilidad advenida del libre albedrio espiritual.
Las palabras que siguen son de una joven francesa de 18 años llamada Claire Pic, registradas en su diario en la lejana fecha de 24 de febrero de 1867:
“A veces yo vivencio una alegría intensa al saborear la bendición de ser. No la existencia banal y material de comer, beber, dormir, ver algo bonito, escuchar sonidos melodiosos, pero si la felicidad diferente y delicada de ser una parte distinta del gran todo, de ser un todo con la propia vida, las propias impresiones, los propios pensamientos. Es algo lindo y grande el derecho que Dios nos dio de decir “yo”.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra. Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0).