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La confianza espontáneamente emanada de una persona íntegra es como un adorno de alma ofrecido alegremente a aquel a quien ella inspiró. Un adorno reluciente, vivo, y siempre muy bello.
Muy bello, pero también muy frágil. Una única promesa quebrada, una única palabra no cumplida es suficiente para despedazarlo por completo. Y aunque, con buena voluntad y paciencia, pueda ser restaurado, nunca más será el mismo.