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Si es alimentada con pensamientos de disgusto, una gran decepción puede crecer y tornarse una gran aflicción. O, entonces, puede permanecer restricta a su tamaño verdadero y transformarse en una gran lección. Todo depende de cómo es encarada.
Rabia, resentimientos, deseos de venganza, o cualquier otro sentimiento negativo impiden ver con claridad lo que aconteció. Despojada de todo eso, la persona de buena voluntad mirará con serenidad, en primer lugar, para sí misma, buscando descubrir cual fue su real papel en la formación de esa desilusión. Solo después ella incluirá los demás personajes de la historia, de modo a tener una visión clara de la contribución de cada uno. Y, solamente entonces, buscará direccionar sus acciones de modo a estar alejada de disgustos semejantes.