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Alguien, por acaso, ¿ya vio alguna flor fea?
No, nadie vio y nadie jamás verá. Desde las más pequeñitas y más simples hasta las más grandes y más requintadas. Flores son siempre bonitas, invariablemente bellas.
Las flores son cuidadas y vivificadas por seres que viven irrestrictamente dentro de las leyes de la Creación. Y esas leyes sólo dejan surgir lo que es bello y bueno, nada diferente. Por eso, no puede haber flores feas o nocivas.
Ha de llegar un tiempo en que las obras de las criaturas humanas también estarán insertadas integralmente dentro de la Voluntad del Eterno, que instituyó las leyes. Y entonces, cuando eso suceda, la Tierra también se habrá transformado en una copia del Paraíso. La belleza se evidenciará en todo, y no más, solamente en la naturaleza.
El interior del ser humano, el trato con su prójimo, la devoción al Creador, todo en ese tiempo venidero estará revestido de la máxima belleza, de forma natural.
Las personas en esa época, vivirán en plena felicidad, porque no sembrarán otra cosa con sus pensamientos, sus palabras y sus actos. En ese tiempo, lo bello y lo bueno estarán indisolublemente conectados en todo, como una sola cosa, tal como sucede en planos más luminosos de la Creación.
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