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En nuestra época, la mayor parte de las personas no se preocupa con preguntas básicas de la existencia. No tienen interés en saber quiénes son, de donde vinieron, para donde irán. Ellas no tienen tiempo para ocuparse con esos asuntos, pues necesitan cuidar de cosas más importantes y urgentes, como incumbencias del trabajo, las interacciones sociales, las prácticas de esparcimiento.
Y si no tienen tiempo para investigar las preguntas primordiales de la vida, menos aún pueden dedicarse a Quien les donó la vida. Las pocas, poquísimas, que realmente sienten en el fondo de su interior legítima gratitud con su Creador, por disfrutar una existencia consciente, y que se alegran de verdad con ella, buscan, como máximo, cumplir una o más practicas establecidas por sus creencias, como forma de servirlo. Por ese motivo, esos ritos y ceremonias son conocidos como “servicios a Dios”.
Pero, ¿Que es servir? Servir es hacer algo en pro de una causa o de una personalidad. Solo hay sentido en hablar de un “servicio a Dios” cuando la criatura realmente sirve a Él, y no a una entidad o institución. Servir a Dios es hacer algo para Él, a Él únicamente, como gratitud y retribución por la inconmensurable gracia de poder existir.
Entretanto, para saber en Que consiste este servir al Creador, la persona necesita investigar con sinceridad por la voluntad de Él. Pues, solamente conociendo a fondo esa Voluntad, que se expresa en las leyes que Él instituyó en Su Creación, es que el ser humano puede realmente servirlo con todo su ser, de cuerpo, alma y espíritu. Servirlo con sus acciones, sus palabras, sus pensamientos y sus intuiciones. Todo cuanto de él emane debe caracterizar un servir a Dios. De modo natural y permanente.
El verdadero servir a Dios no depende de prácticas religiosas, no consiste de reglas y rituales, no está vinculado a donaciones monetarias, más se encuentra exclusivamente en la disposición interior de aquel que desea dar algo de sí a su Creador, con todo el empeño y humildad de que es capaz (http://on.fb.me/1h8NmeT). La legítima veneración al Altísimo se mantiene inalterable en el espíritu humano sincero. Poco importando la creencia que profiere y las vivencias que la vida le trae. Es como la llama que siempre apunta hacia arriba, independientemente del tamaño y posición de la vela.
Roberto C. P. Junior
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Serie Los Conceptos
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