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Las vivencias que nos atingen, sean de dolor o de alegría, pueden y deben servir para que nos impulsen dentro de la gran escuela de la vida, desde que bien asimiladas en nuestro interior.
Al posibilitar el reconocimiento de los frutos madurecidos de nuestra siembra anterior, tanto los dulces como los amargos, ellas nos impelen hacia arriba, nos ayudan a subir más algunos peldaños en la escalada espiritual. El reconocimiento de la cosecha siempre muestra el camino correcto a seguir: Sembrar solamente el bien, apenas lo que es bueno.
Además de eso, cada vez que subimos un poco en esa escalada de la evolución, contribuimos también con nuestra cuota para embellecer la propia escuela, o sea, la Creación. Adornamos el mundo con pensamientos más purificados e intuiciones más clarificadas, que por su vez, irán influenciar otras personas abiertas para tanto (http://on.fb.me/1CZFDb7).
Vivencias profundamente intuidas son, por tanto, siempre útiles, en todos los sentidos. Son como vientos refrescantes que agitan el alma de tiempos en tiempos. Y no importa si somos tocados por una brisa leve, proveniente de una simple alegría, o sacudidos por un vendaval impetuoso, resultante de una experiencia amarga. Lo que cuenta, en cualquier caso, es que las intuiciones y los pensamientos resultantes de eso sean siempre emitidos en la forma de semillas del bien.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)