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La acumulación de los años no constituye ningún obstáculo para el desarrollo de un espíritu que anhela por la Luz, porque su fuerza no está subordinada al vigor del cuerpo. La fuerza espiritual se manifiesta en cualquier edad de varias formas: en las intuiciones límpidas, en los pensamientos puros, en las palabras verdaderas, en las acciones beneficiadoras.