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Constatada cualquier falla en nuestra manera de ser y actuar, debemos eliminarla de una sola vez, corajudamente, mediante la fuerza de voluntad. Quien no actúa así, mas apenas cavila continuamente sobre sus propios defectos, solo hace que se teja una tela de incomprensión delante de los ojos del alma, la cual se va haciendo cada vez más espesa y enmarañada, dificultando el reconocimiento de deficiencias antiguas y nuevas e impidiendo su erradicación.
Es como si la persona luchase continuamente contra una serpiente de nueve cabezas (http://bit.ly/1sLwKQu), sin posibilidad de éxito, pues a cada vez que una cabeza es decepada, otra vuelve a surgir, siempre y siempre de nuevo. O sea, la persona que cavila continúa con sus mismos errores y fallas, sin conseguir extirparlos de una vez por todas.