Serie Diálogos EL JARDíN

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— Bellas flores.

— Sí.

— Y perfumadas también.

— De hecho

— Esas que usted está cuidando son especialmente bellas, mire los pétalos… ¿Por qué está cuidando justamente de esas con tanto desvelo?

— Para que se tornen aún más bellas y su perfume sea aún más intenso.

— Pero así ellas van a ofuscar a las demás.

— No van a ofuscar a las demás, el jardín como un todo es que quedará más bello y atrayente.

— Pienso diferente. El cuidado más intenso debe ser dado justamente a las flores que no son tan bellas y que no son tan perfumadas. De esa manera, todas podrán estar en un nivel equivalente y no habrá peligro de que esas de ahí, en especial, se engrían con sus dotes.

— No, no es así. Cada una de estas flores, sin excepción, está recibiendo todo lo que necesita para desabrochar de la mejor forma posible. Algunas necesitan de más agua, otras de menos sombra, otras de un abono específico. El esfuerzo de ellas en tener lozanía es lo que importa. Y el esfuerzo de cada una actúa sobre las demás como un estímulo vivificante. Así, todo crece y se desarrolla magníficamente.

— ¿No hay lugar para vanidad o envidia?

— No, no lo hay. Flores no son como personas. No se sienten ofendidas y no envidian a sus compañeras mayores y más coloridas. Ellas saben que ninguna es igual a otra, y que es el conjunto de ellas, en toda su diversidad de formas, colores y aromas que trae belleza y alegría al ambiente. Mi deber es cuidar para que todas puedan florecer de la mejor forma posible y que den el máximo de sí, apenas el máximo.

— Hmmm…De hecho, su jardín es muy bonito, armonioso.

— La armonía se encuentra en la diversidad.

— Correcto. Y eso hace que su jardín sea el más bello de la región.

— Agradezco, pero apenas cumplo con mi obligación. Ahora con permiso, porque aquellas amarillas de ahí están necesitando de una palabrita de estímulo. ¿Increíble, no es así? A veces, basta eso para realizar un milagro en el florecimiento, usted ni siquiera imagina como es.

— Las flores no son como las personas.

— No lo son, justamente por eso siento claramente lo que ellas necesitan, no necesito reflexionar ni elucubrar sobre nada antes. También no necesito tener recelo de vanidades e incomprensiones, apenas siento y lo hago.

— Viviendo y aprendiendo. Sería bueno si un día las personas fueran como las flores.

— Sí, sería realmente bueno. Yo creo que algún día será así.

— Me gustaron sus clases. Muy instructivas. ¿Cómo puedo agradecerle?

— Transformando esas clases en acción.

— ¡Ah sí, claro!, voy a usar este aprendizaje en mi jardín. Y después lo llamo para que vea.

— Será una alegría. ¡Hasta luego!

— ¡Hasta luego!
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)

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