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“Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, ve, trabaja hoy en la viña’. Y respondiendo él dijo: ‘No quiero’, pero después, arrepentido, fue. Y llegándose al otro, le dijo lo mismo, pero él respondió y dijo: ‘Yo iré, señor’ y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Ellos dijeron: El primero. Jesús les dijo: En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que vosotros.” (Mt21:28-31).
Lo que realmente tiene valor en la vida de una persona es el hito a partir del cual ella se decide a vivir de acuerdo con las leyes de la Creación, es decir, a cumplir la Voluntad de su Creador. Su posible recusa hasta entonces, cualquier que sea el motivo, no es más decisivo para su destino, ya que ella misma le dio otra dirección, como si hubiese cambiado la palanca de desvío de una ferrovía. Bien diverso de otra que sabe, que siente nítidamente que debe cambiar su manera de ser, que llega hasta a proponerse a eso una vez o otra, pero que nunca se anima a moverse permanentemente en esa dirección.
Una vez más queda clara la necesidad de transformar en acción la buena intención. La buena intención previa no tiene ningún valor si en su interior, el ser humano no actúa de modo correspondiente. Lo que vale es siempre la actuación, y no palabras huecas; “No amemos solo con palabras y de boca, pero con acciones y de verdad!” (1Jn3:18), Tal actitud es típica de los fariseos que “dicen y no hacen” (Mt23:3), de donde, por cierto, se originó el refrán notorio: “hace lo que yo digo, pero no hagas lo que hago”.
Abdrushin dice lo siguiente en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“Así pues, el servicio divino ha de adquirir una forma viva, si la locución debe nacer a la realidad con todo lo que encierra en sí.
Ha de manifestarse en la Vida. Si yo preguntase qué entendéis vosotros, hombres, por servicio, es decir, por servir, ni uno solo daría como respuesta otra palabra que: ¡Trabajar! Eso va implícito, ya, con toda claridad, en la palabra “servicio”, y no se puede pensar otra cosa a tal respecto.
Como es natural, el servicio divino en la Tierra tampoco es otra cosa que trabajar en la Tierra según las leyes de Dios, actuar terrenalmente vibrando en ellas, traducir en actos la Voluntad de Dios en la Tierra.”
Cuando la voluntad intuitiva espiritual se ancla firmemente en el bien, entonces también los pensamientos, las palabras y los actos de la respectiva persona se moldarán de acuerdo. Este es el hijo que efectivamente fue a trabajar en la viña del Padre, que, por tanto, aun en hora tardía, cumplió Su Voluntad.
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