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¿Qué es lo que lleva a alguien a tener suerte o azar en la vida? ¿De dónde vienen los reveses y los llamados “golpes de suerte”? ¿Nacer con una “buena estrella” sería algo puramente aleatorio y accidental?…
El objetivo primordial del ser humano en la Tierra es aprender con las vivencias que la vida encierra y, con eso, evolucionar espiritualmente. Tan solamente esa necesaria evolución le permitirá un día ascender hasta su patria espiritual y conseguir la corona de la vida eterna. Este es el supremo albo de cada simiente espiritual humana plantada en la materialidad.
Las experiencias que el individuo necesita para su madurez, el propio destino se encarga de traer en forma de vivencias, en una cantidad e intensidad ajustadas a la manera como él mismo se colocó anteriormente delante de las disposiciones que rigen el Universo. Son los rescates, buenos o malos, advenidos de la Ley de la Reciprocidad, automáticamente accionada en esta o en otras vidas por las acciones, palabras, pensamientos y sentimientos.
Si una persona anduvo por caminos errados, entonces encontró vivencias que deberían hacerla reflexionar y redirigir su trayectoria de vida. El hecho de que esas experiencias no hayan sido agradables no es relevante, y tal persona debería, en realidad, agradecer por ellas, pues le trajeron la posibilidad de retomar la perdida senda de su evolución espiritual. No se trata, por tanto, de “azares” de la vida, como generalmente son vistos. Jesús mencionó esa circunstancia en la parábola del hijo pródigo. Sin embargo, si aún así esa persona preferir continuar en el camino errado, evidentemente nunca podrá alcanzar el objetivo supremo de su espíritu, que es la obtención de la vida eterna. En ese caso ella misma no lo quiso. Continuará a depararse con “azares” en la vida, siempre y siempre, sin que eso le proporcione la necesaria reflexión y el cambio de ruta.
Vivencias agradables y buenas pueden, naturalmente, resultar en buenos retornos de karma, no obstante, incluso aquí, si el individuo no las aprovecha en el sentido correcto, él corre el riesgo de alejarse del camino de la evolución, al dejarse arrastrar por la indolencia y por la comodidad.
Si ya existe en el alma humana una propensión para la pereza espiritual, entonces una vida terrena fácil y tranquila se hace un grave impedimento al desarrollo y a su madurez. Por eso, y solamente por eso, Jesús aconsejó a aquel joven rico a deshacerse de su fortuna. En la época actual, si alguien con esa característica de indolencia interior gana mucho dinero de forma inesperada, entonces eso configura una situación agravante para su condición espiritual, y no atenuante. Tal persona necesitará desarrollar esfuerzos multiplicados para no dejarse seducir por la comodidad que el exceso de recursos tiende a ofrecer. Ella tendrá que moverse con más intensidad para no dormir de vez espiritualmente y, de esa forma, hacer con que su dinero traiga un movimiento útil a la Creación. De lo contrario, el resultado será apenas estancación y retroceso, mas ningún progreso verdadero.
Eventos fortuitos de menor importancia pueden eventualmente ocurrir en la vida de cada uno, pero nada que conlleve a una impresión tan fuerte que pueda ser considerada una vivencia. Vivencias, en la acepción de la palabra, son solamente aquellas experiencias que dejan marcas profundas en el alma, indelebles, oriundas de la reciprocidad, y que, por tanto, pasan a pertenecer de hecho a un espíritu en tránsito por la Tierra, a punto de que él pueda llevarlas consigo cuando deje este mundo.
Solamente quien se coloca de manera correcta con relación a las leyes universales consigue atenuar malos efectos recíprocos de hechos pasados y modelar para sí mismo buenos efectos recíprocos para el futuro. Buenos efectos recíprocos reales, útiles del punto de vista espiritual…Y eso nada tiene que ver con suerte, pero si con el empeño en vivir en conformidad con la Voluntad del Creador.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra. Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0).