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Son las hojas que realizan la fotosíntesis, proceso de producción de alimento para las plantas y árboles a través de la energía solar, lo que da inicio a la base de toda la cadena alimentar. Sin fotosíntesis no existiría vida en el planeta, sería imposible. Las hojas realizan su trabajo extraordinario y después, como siempre sucede en el mundo material, fenecen y se depositan en el suelo, donde continúan a producir beneficios, pues sirven de abono para la propia planta y otras especies vegetales.
Nuestra pasada por la vida debe darse de modo semejante. Podemos y debemos colaborar, por poco que sea, para la mejoría del mundo de algún modo (https://bit.ly/3KPG3XD). No necesariamente solo con acciones concretas y palpables, sino también con pensamientos puros e intuiciones límpidas, productos de una voluntad interior direccionada únicamente hacia el bien.
En la conferencia “Movimiento como Ley de la Creación”, de la obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial (https://mensaje-del-grial.org), Abdruschin habla sobre los efectos que el ciclo de vida de una única manzana provoca en la Creación material:
“Al fin y al cabo, el hombre no es, en el fondo, más que un fruto de la creación, pero nunca la creación propiamente dicha, ni, mucho menos, el creador. Cada manzana lleva en sí la facultad de enriquecer la creación con nuevos manzanos, flores y frutos, pero no por eso puede decirse que crea. No hace sino seguir el curso impuesto automáticamente por las leyes originarias de la creación, las cuales le confieren esa facultad y la obligan a actuar de ese modo, cumpliendo así su misión en la creación. En todo caso, la manzana cumple siempre una misión por lo menos.
El hombre y los animales pueden hacer lo que quieran con esa manzana: siempre servirá o para la reproducción, o para el sostenimiento de otros cuerpos. Nada existe en la creación que no tenga una misión. También en la descomposición reside movimiento, utilidad, impulsión.”
La manzana, pues, siempre cumple un papel importante en el mundo, independientemente de su destino final. Así debe ser también nuestra vida. Podemos contribuir para la reproducción de valores de alma junto a nuestros semejantes, o nutrirlos con semillas de verdad. Y cuando no estemos más aquí, las pequeñas contribuciones que hayamos dejado podrán continuar colaborando para fertilizar más y más cosas buenas en el suelo de las almas en la materia física. Habremos cumplido de esa forma nuestra misión de vida.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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