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Si en el pasado inserimos alguna cosa mala en el mundo, sea por medio de acciones, palabras, pensamientos o intuiciones, entonces ese algo malo acabará retornando a nosotros mismos, de una manera u otra.
La Ley de la Reciprocidad (http://on.fb.me/1fojJ8D) – la guardiana del orden en la Creación – cuida de devolver automáticamente a cada uno, y de modo reforzado, aquello que fue anteriormente generado. Si lo que la persona produjo fue malo, entonces recibirá de vuelta algo de mismísima especie, infaliblemente.
No obstante, así como las demás leyes que gobiernan la Creación, la ley de la Reciprocidad no es fría ni insensible, pero si envuelta en Amor, pues ella propia surgió del Amor. Y ese Amor grandioso, cuya fuente es el Donador de toda la vida, también se efectúa como gracia para el ser humano, al concederle el perdón de su culpa.
Tal perdón adviene con el desencadenamiento de la reciprocidad, desde que la respectiva persona reconozca como justo lo que la afectó y se esfuerce sinceramente en no actuar más del mismo modo errado. No fue por otro motivo, por cierto, que el mayor de todos los Maestros, el Hijo unigénito del Donador de la vida, aclamaba a los que finalmente reconocían sus faltas: “¡Vete, y no peques más!”
La guardiana del orden en la Creación no solamente distribuye la Justicia divina, como también ejecuta el Amor divino para todas las criaturas. Y ni podría ser diferente, pues esa Justicia incorruptible y ese Amor inmenso siempre fueron una sola cosa.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”. Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)