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La reencarnación no es una doctrina, ni tampoco un dogma. También no es una enseñanza mística o una creencia sin fundamento. La reencarnación es simplemente un hecho. Todos nosotros ya vivimos varias vidas aquí en la Tierra y también en el más allá, independientemente de nuestra aceptación o rechazo.
Por otro lado, la idea de una resurrección corpórea de personas físicamente muertas es cosa imposible. El cuerpo terreno es formado de materia, y en razón de eso tendrá que permanecer en el ámbito material del cual se originó, jamás pudiendo alcanzar otros planos de la Creación situados más arriba que él, los cuales son de especie y constitución completamente diferente. Un resultado absolutamente natural y lógico de leyes eternas, inmutables y perfectas.
Resurrección corpórea, a bien decir, se verifica en cada nacimiento terreno. Una resurrección “en la carne”, en virtud de la nueva vida que se inicia en la Tierra, y no una resurrección “de la carne”, pues el alma, el involucro más etéreo del espíritu, es siempre el mismo, que puede presentarse más limpio o más sucio conforme vivió anteriormente el respectivo ser humano, lo que fatalmente se evidenciará en la nueva vida terrena (http://on.fb.me/1hpdomG).
Lo que cambia en cada encarnación es únicamente la vestimenta más externa, denominada cuerpo terreno, en un proceso que se repite varias veces pero que no es infinito, visto que para todo hay un tiempo determinado, y así también para el desarrollo previsto para el espíritu (http://on.fb.me/1dSlfiQ).
Durante ese periodo concedido para su desarrollo, la criatura humana repite continuamente el ciclo de la muerte y el renacimiento, de partir para el mundo del más allá y desde allá retornar para una nueva encarnación, tal como es descrito en el primer libro del profeta Samuel: “El Señor es que da la muerte y la vida, hace bajar a la morada de los muertos y desde allá volver” (1Sm 2:6).
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)