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Cada uno de nosotros ve el mundo según su propia disposición interior. Sí, cada cual ve el ambiente a su alrededor de una manera toda personal y única.
Incluso cuando dos o más personas son unánimes, por ejemplo, en atestiguar la belleza de un escenario de la naturaleza, cada una de ellas lo verá y percibirá de una manera toda particular y propia. La misma escena, que todos concuerdan en calificar de bella, actuará también de manera diferente en cada uno, según las respectivas características individuales internas.
La verdadera visión, por tanto, es la interior, del alma, o más precisamente, del espíritu. En última instancia, quien ve de hecho el mundo es el espíritu humano, según sus propias características. Los ojos y el cerebro son apenas herramientas que posibilitan la visión y la interacción de la criatura humana espiritual dentro del ambiente terreno en que vive.
Por eso, cuanto más purificado se torna un espíritu en sus caminos de evolución, cuanto más se hace consciente de la actuación de las leyes que gobiernan la Creación y, principalmente, cuanto más incondicionalmente se someta a ellas, tanto más bello será el mundo por él visualizado, y tanto más bendiciones ese mismo mundo le traerá también recíprocamente.
(Conozca las obras literarias publicadas por la “Ordem do Graal na Terra”.
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