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Quien busca perfeccionamiento espiritual debe procurar valores para su espíritu, y no apenas correr atrás de efémeras riquezas terrenas, que nunca serán suyas realmente.
Tan solamente riquezas espirituales son duraderas y se hacen propiedad personal, pudiendo, por consiguiente, ser llevadas para más allá del ámbito de la Tierra. Agarrarse a valores materiales, por más bonitos que sean, es aferrarse a espejismos que se desvanecen en la brisa del tiempo.