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En su obra En la Luz de la Verdad, Mensaje del Grial (http://bit.ly/1SiLMoc), Abdruschin afirma que la mayor parte del verdadero amor es severidad.
Realmente. El verdadero y legítimo amor visa únicamente el bien del prójimo en sentido amplio, no deteniéndose delante de exterioridades. Desea lo que es mejor espiritualmente para su semejante y trabaja con ahínco y severidad en esa dirección, poco importando si ese mejor le es o no agradable aquí en la Tierra (http://on.fb.me/1PtVaot). Pues tan solamente el espíritu es realmente vivo en el ser humano. El cuerpo cumple su función de envoltorio material del espíritu durante algunos pocos años y después deja de existir. El espíritu, sin embargo, continua vivo y actuante en la Creación, caso se haiga desarrollado de modo correcto.
Si la mayor parte de todo amor es severidad, entonces el Amor del Creador por sus criaturas no puede ser diferente. Y no lo es. Se trata de un Amor inmenso, más amplio, que otorga al ser humano todo cuanto este necesita para su desarrollo y ascensión, hasta que consiga alcanzar la meta máxima: la corona de la vida eterna. No obstante, ese mismo Amor exige de la criatura humana que ella se mueva espiritualmente, y muy enérgicamente, para poder alcanzar la prevista bienaventuranza. De modo alguno la lleva confortablemente hasta el Paraíso apenas debido a su creencia, ni tampoco cuida de atender pedidos desprovistos de valor para su evolución espiritual.
En su auto ilusión y presunción, la humanidad torció completamente el concepto principal de ese Amor inaprensible, desconectándolo de toda la severidad. No apenas eso, aún lo asoció a la blandura, a la tibieza, a la indolencia y a la arbitrariedad, queriendo hacer creer a si misma que bastaría creer en la existencia de Dios para conseguir Su benevolencia, y que El habría enviado Su Hijo unigénito a la Tierra con el único propósito de redimir, con una muerte pavorosa los pecados de la humanidad presuntuosa (http://on.fb.me/1cji02O). Sin embargo, sabemos que “de Dios nadie se burla” (GL 6:7), de modo que la humanidad tendrá que reconocer finalmente el tamaño de su arrogancia, queriendo o no.
“¡La mayor parte del verdadero amor es severidad!”
Fue justamente por eso que Jesucristo- El Amor de Dios encarnado- fue especialmente severo en relación a las criaturas de su tiempo (http://on.fb.me/1EiTwle). El apóstol Pablo, conocedor de la naturaleza humana, antevió un tiempo en que la legítima y severa doctrina de Cristo sería completamente adulterada para ajustarse a la indolencia espiritual de las personas: “Vendrán tiempos en que la sana doctrina no será aceptada, sino que las personas acumularán maestros que les llenen los propios oídos, conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la Verdad y se volverán a las fábulas” (2Tm 4:3,4). Y el apóstol Pedro complementó: “Muchos han de seguirlos en su libertinaje y, por causa de ellos, el camino de la Verdad será blasfemado; movidos por la codicia, han de exploraos con palabras engañadoras” (2Pe 2:23).
Lo que los dos apóstolos previnieron, se realizó integralmente. El ser humano de la época actual necesita apenas moverse espiritualmente para distinguir la realidad de los hechos. Y necesita continuar a moverse, sin descanso, para poder comprender finalmente la Voluntad de su Creador y pautar la vida por ella. Solamente así podrá alcanzar un día la real bienaventuranza, libre de todas las ilusiones y las imaginaciones infundadas.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1u52cG0.)