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Todo lo que insertamos en el mundo, todo lo que emitimos, retorna a nosotros mismos más temprano o más tarde. Pensamientos limpios e intuiciones límpidas generan formas translucidas de belleza, las cuales se tornan fuentes de bendiciones no apenas a quien ellas fueron destinadas, pero también, por efecto de la ley de la reciprocidad, al propio autor. Todo retorna al punto de partida. Por eso, lo que sea que hagamos y destinamos a nuestro prójimo, incluso pensamientos e intuiciones, lo hacemos, en realidad, a nosotros mismos.