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Todos nosotros cometemos errores. Es algo inherente a la vida terrena, la cual se constituye en una escuela para el espíritu. Nadie entra en una escuela ya sabiendo toda la materia del curso y acertando todo en la prueba. Estamos aquí para aprender y evolucionar, y en ese proceso cometemos errores y fallas. Solo no yerra quien nada hace, sea por miedo, cobardía o indolencia. Y estos son justamente los que menos están en condiciones de proseguir en el camino del desarrollo. Pues es mucho mejor errar en la tentativa de acertar que nada hacer por miedo de errar. Quien yerra aún puede aprender con su error, al paso que quien nada hace nada aprende, nada asimila.
Cuando el error causa cualquier daño a un semejante, es necesario repararlo. Si fue un daño intencional, entonces es algo especialmente grave, y el causador necesita reconocerlo rápida e integralmente, volviendo a dirigir al mismo tiempo su manera de vivir para que eso nunca más se repita. Si no fue intencional, es menos grave, pero así mismo es necesario tan luego surja el reconocimiento. Si la corrección no es hecha por voluntaria disposición, la infalible ley de la reciprocidad, o ley del retorno (http://bit.ly/1T9ZesI), cuidará de traer de vuelta al autor, de forma multiplicada y aumentada, el daño que causó a su prójimo, sea por negligencia, descuido o cualquier otro motivo.
La manera de obtener reparación de un daño causado a otro es obtener su perdón. Perdón real, verdadero, al punto de nada restar en el corazón de la persona alcanzada. Pues el perdón sincero siempre retira dos pesos: el de encima de los hombros de quien hirió y el de dentro del corazón de quien fue herido.
El perdón tiene que ser integral, completo, de lo contrario es una simple disculpa de falla. Si alguien apenas disculpa una falta de su prójimo, más insiste en desconsiderarlo continuamente, entonces es porque no lo perdonó. El real perdón se espeja en la actuación de la Justicia Divina, la cual perdona realmente una criatura que pecó, si esta reconoce su error y se esfuerza diligentemente en repararlo. Después de perdonada es imposible, por ejemplo, decir si aquel ser humano pecó, pues su error fue de tal forma extinto que ninguna señal de él permaneció dentro de la obra de la Creación. ¡Eso es realmente perdonar! Tal persona se encuentra efectivamente perdonada, porque de hecho “el Señor nunca más se acordará de sus pecados” (Hb8:12).
Muy al contrario ocurre con el ser humano con relación a su prójimo, infelizmente, cuanto al “perdonar” de cualquier error. Frecuentemente, con aires de magnanimidad, él le hace saber que le perdona por una pequeña falta, pero nunca dejará de exclamar a los cuatro vientos: “¡Ah! ¡Aquel es el fulano, que me hizo eso y aquello! ¡Sin embargo, yo lo perdoné!…” Hipocresía, solamente hipocresía reside en el falso perdón humano. En tal caso, el afectado apenas emitió algunas palabras consensuadas, disculpando el culpable, pero no lo perdonó de ninguna forma.
Si alguien que nos causó cualquier mal nos viene a pedir perdón, entonces, como siempre, debemos hacer uso de la intuición espiritual, que nunca se engaña. Si ella indica sinceridad en aquel pedido, entonces debemos, realmente, conceder un perdón pleno, de todo corazón, Si nos recusamos a eso, y apenas lo “disculpamos” con las palabras usuales de cortesía social, entonces también nos enredaremos en un Karma negativo por nuestra rigidez interior y por el deseo nefasto, a eso siempre asociado, de que el agresor sea alcanzado por un dolor semejante al que nos causó. No, nada de eso. Permanezcamos libres de todo lo que oscurece el alma y constriñe el espíritu.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)