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La historia de los vicios es casi la propia historia de la humanidad en los últimos siete mil años, infelizmente (http://on.fb.me/1Iv8pCO).
El vicio en narcóticos, por ejemplo, viene de muy lejos, cuando varios pueblos, instigados por sacerdotes idolatras, comenzaron a abusar de hierbas terapéuticas, a fin de experimentar la alteración de los sentidos que el consumo exagerado de esas plantas proporcionaba. Desde entonces hasta hoy, no hubo nada que consiguiese frenar eso. Basta recordarnos de Moctezuma, que gobernó el Imperio Azteca en el inicio del siglo XVI y que había sido enviado a aquel pueblo justamente para libertarlo del vicio de un cierto entorpecedor. Moctezuma hizo lo inverso de eso, entregándose al mismo vicio y arrastrando aún más el pueblo hacia abajo, en una decadencia imparable.*
Las drogas ilícitas muestran el efecto más perverso de un vicio, pero hay innúmeros otros, como el juego, sexo, gula, mentira, etc… Y también vicios en drogas licitas, como ciertos medicamentos, alcohol y tabaco. El tabaco, especialmente, es extremamente dañino no solo a la salud física, más también a la espiritual.
Sobre los maleficios a la salud causados por el tabaco, ciertamente no es necesario discurrir, pues hay una infinidad de estudios que comprueban los daños que un fumante provoca en su cuerpo. Lo que la mayoría de ellos desconoce, sin embargo, son los efectos generados en su alma. El envoltorio intermediario entre el alma de materia etérea y el cuerpo terreno, conocido como “cuerpo astral”, sufre mucho con el hábito de fumar, se torna degradado y enfermo. Y lo que acontece al cuerpo astral, se reflejará infaliblemente en el cuerpo físico, más temprano o más tarde.
La propia alma muestra en sí misma, de modo nítido, esa propensión de fumar. Por cierto, como acontece con todas las propensiones, las cuales literalmente “propenden” en el alma e influencian negativamente la criatura humana, paralizando su libre albedrio. El anillo de irradiaciones de un fumante, la llamada “aura”, también no es nada bonito.
El vicio de fumar atrae fuertemente almas ya fallecidas y que permanecen presas a la Tierra justamente por causa de esa propensión. La ansiedad de fumar de esas almas es transmitida para el fumante en carne y hueso, que queda entonces impregnado de la misma ansiedad incontrolable de saciar ese vicio. De ese modo, él mismo se excluye de cualquier auxilio luminoso, pues no consigue conservar la pureza de su ambiente más inmediato, aun siendo una persona de buena índole.
Librarse del vicio de fumar es absolutamente imprescindible para quien pretende recuperar la perdida salud del cuerpo y del alma, y seguir la senda de la evolución espiritual. Y eso no es tan difícil como parece, por lo menos no para la persona que deja brotar la disposición correcta dentro de sí. Basta que ella entienda y se convenza de que el aire que respiramos es una dádiva preciosa del Amor Divino, y que, como tal, debe ser cuidado y preservado.
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
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