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El ser humano es rodeado por muchos auxilios en su trayecto por la Creación, en una cantidad y en una intensidad que no puede imaginar. No obstante, cabe a él reconocerlos y abrir su alma para que puedan ampararloen sus caminos de ascensión espiritual. La decisión para el reconocimiento y utilización de esos auxilios, como en todo lo demás, es exclusivamente de él. Nunca será forzado a ser auxiliado o conducido, pues él tiene la prerrogativa de formar y direccionar su destino de la manera que desee.
El destino del ser humano siempre yace por entero en sus propias manos, pues él trae consigo no apenas el libre albedrío, más también la incondicional responsabilidad por sus decisiones. De ese modo, únicamente él es señor de su destino, únicamente él decide lo que va a encontrar en sus peregrinaciones: dolor o alegría, sufrimiento o felicidad, angustia o paz, perdición o salvación. Apenas él decide. Solamente él planta lo que decidió. Únicamente él cosecha lo que plantó.