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Leer sin comprender es inutilidad, comprender sin asimilar es negligencia, asimilar sin poner en práctica es desperdicio. No basta absolutamente entender con el raciocinio un texto edificante o una enseñanza constructiva, pero si es necesario asimilarlo con la intuición espiritual y colocarlo en práctica en la vida cotidiana, en las vivencias del día a día. Solamente así lo que fue leído se torna efectivamente propiedad de quien lo absorbió y útil para su evolución.