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No importa cuán duros fueron los golpes de la vida, cuán numerosas fueron las secuelas dejadas en el alma y los dolores resultantes de ahí. Lo que vale es que la persona haya aprendido con eso y redirigido su voluntad interior exclusivamente en el sentido del bien, rumbo a una vida renovada.
No importa el grado de madurez espiritual de una persona, lo cuanto ella erró hasta hoy y cuanto sufrió por cuenta de eso. Lo que vale es que ella haya asimilado las vivencias y que esté moviéndose ahora vigorosamente hacia arriba, rumbo a una nueva vida.