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Hace lejanos tiempos, realmente muy lejanos, en la orden de más de un millón de años, lo normal en la Tierra era completamente diferente. Fue la época de la llamada “era aurea”, cuando el espíritu de la criatura humana aún actuaba en una relación correcta con el raciocinio, sin someterse a este como un siervo indolente que se inclina a un tirano que todo decide y todo determina. Felicidad, paz y alegría reinaban en el planeta en aquella época lejana. Las personas vivían únicamente para la alegría de sus semejantes, y por eso todos cosechaban bendiciones en abundancia. Los animales eran queridos y respetados, y así contribuían con su parte, no pequeña, para hacer de la Tierra una copia maravillosa del reino espiritual.
Pero eso fue hace mucho. Después… todo cambió. El pecado entró en el mundo, y a partir de entonces, la humanidad pasó a conocer dolor y sufrimiento, cosas que no estaban previstas en sus caminos de evolución.
No solo el Génesis bíblico, pero diversas otras tradiciones también hablan de una antigua época de oro. Algunos ejemplos:
— Tradición hindú: “En la primera era, las personas estaban libres del mal y de las enfermedades, poseían todo lo que deseaban y tenían una larga vida”.
— Tradición griega: “Las primeras personas, en la edad aurea, vivían libres del mal y de las aflicciones, disfrutando la comunión con los dioses”.
— Tradición asiática: “Hubo una era feliz, en que las personas tenían alimentos en abundancia y vivían cercadas de animales mansos”.
— Tradición germánica: “La raza original disfrutaba una vida de festividades perpetuas”.
— Tradición persa: “Nuestros primeros padres, inocentes, virtuosos y felices, habitaban en un jardín donde había un árbol de inmortalidad, hasta el momento en que surgió, en forma de serpiente, un espíritu maligno”.
El fundamento de todas las narrativas es siempre el mismo: Hay el surgimiento de una Creación perfecta, donde todos disfrutan de paz y alegría, y a seguir vino la caída del ser humano con sus graves consecuencias. El último capítulo de esa tragedia universal fue escrito hace cerca de siete mil años, cuando fue el surgimiento de la doctrina de Baal.
Hoy, no hay más templos ni sacerdotes de Baal, pero sus principios permanecen intocados: degradación de la mujer, exacerbación de los instintos, codicia y envidia en múltiples formas, crueldad contra los animales, irrespeto a todas las leyes de la Naturaleza. Los terribles efectos retroactivos de todo eso, sin embargo, no bastaron para que el ser humano se modificase. La mayor parte de la humanidad cree poder libertarse del sufrimiento que ella misma colocó sobre sus hombros causando aún más sufrimiento a otras criaturas, como las pruebas clínicas en animales, por ejemplo. Una señal bien sugestiva de que no aprendió casi nada en los últimos milenios, a pesar de la misión de emergencia del Hijo de Dios. Una evidencia contundente de que imagina poder continuar actuando contra la Ley de la Reciprocidad, sin recibir ningún efecto retroactivo.
Pero ahora, finalmente, estamos llegando al término de esa saga tan triste. Nos adentramos en la última etapa del tiempo de depuración, del ajuste final de cuentas. La llegada del profetizado Gran Cometa trae efectos finales, materialmente visibles, de la última fase del Juicio Final. Concluido este, la Tierra estará nuevamente limpia, completamente purificada en todos los sentidos. Los habitantes remanecientes vivirán entonces en una segunda era aurea, el Reino de los Mil Años, de irrestricta obediencia a las leyes de la Creación, en la cual el nuevo normal será idéntico a aquel antiguo normal, de la primera era aurea. Sobre los efectos de ese astro extraordinario en nuestro planeta, dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“A los sabios se les podría decir también dónde caerán los primeros y poderosos rayos. No obstante, dado que esas radiaciones van envolviendo toda la Tierra, no tiene sentido alguno dar detalles más explícitos sobre el particular. Tendrán que pasar años hasta que se llegue a tal punto, y muchos años serán también necesarios para que la Tierra quede otra vez libre de la influencia del Cometa.
Y entonces estará purificada y refrescada en todo aspecto, para bienaventuranza y gozo de sus habitantes. Jamás habrá sido más bella que lo que llegará a ser entonces. Por eso, todo creyente debe confiar tranquilamente en el futuro, sin temor alguno ante lo que pueda sobrevenir en los próximos años.
Si es capaz de dirigir su mirada hacia Dios, lleno de confianza, no le sobrevendrá mal alguno. – –”
Entonces, que cada uno cuide de reconocer lo que aún está errado en su modo de vida y ajuste lo más rápido posible su sintonía interior a las leyes universales, para que se torne apto a subsistir espiritualmente en esa transición, y pueda vivir jubilosamente en un tiempo próximo en el renovado nuevo normal.
Con relación al ser humano dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“En el futuro, vivirá exclusivamente para alegría de su prójimo y de sí mismo, sin llevar consigo el envidioso afán de conseguir lo que aún no posee.”
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