Reading time: less than 1 minute
Decepciones lastiman. Desilusiones hieren. Frustraciones dañan. Pero también se tornan ganancia espiritual cuando enfrentadas de modo correcto, sin heridas o resentimientos.
Todos esos dolores externos ayudan a moldear la personalidad, fortalecen la vigilancia terrena y espiritual, y, aún, conceden el necesario temple al escudo de la buena voluntad, para que este pueda rechazar rápidamente y para lejos cualquier futura mala intención.