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— Pero quería solo conversar, no sé cuál es el problema.
— Ah ya… otra indirecta… ¿Y la de la semana pasada, no sirve? Ya habíamos resuelto todos nuestros problemas. Los de ahora y los del futuro también.
— “Tus problemas”, querrás decir. ¡Porque para los “míos” continúas no dando la mínima importancia!
— ¿Cómo no? Ayer mismo fui yo quien llevó la basura para fuera. Y la semana pasada también lavé toda la loza. Es así, ¿o no?
— No creo que pienses que hacer dos pequeños trabajos domésticos es colaborar con el orden de la casa. ¡Eso es ridículo!
— ¿Ridículo, no es así? ¿O sea que no sirvo ni para cargar la basura? ¿Y para que sirvo entonces?
— Para entrar en la casa sin limpiarse los zapatos, para dejar la toalla mojada en la pieza, para tomar cerveza, para ir a jugar a la pelota en la cancha, para…
— ¡Ah para! ¿Tienes idea de lo que es pasar el día entero en reuniones virtuales, aguantando fastidios de todo tipo en el trabajo, ¿y al final del día aún tener que oírte reclamando de todo? ¡Eso no es vida!
— Oh… entonces es solo cambiar de vida. Si es tan insoportable estar conmigo…
— Entonces… ¿Quieres separarte? ¿Es eso? Porque si lo quieres habla claramente, no necesitas darle vueltas a este asunto.
— No le estoy dando vueltas a nada. ¡Tú fuiste el que dijo que no aguantabas más estar conmigo!
— Solo dije que eso no es vida, ¡es muy diferente!
— ¡Diferente nada! ¡Es la misma cosa!
— Y entonces… ¿Quieres separarte? ¿Si o no?
— Soy yo la que pregunta…
— No sé… Creí que estabas queriendo…
— Bueno… Fuiste tú que dijo que vivir conmigo es insoportable…
— ¡No dije nada de eso!
— Está bien, está bien… entendí mal. ¿Y entonces?
— ¿Y entonces qué?
— La separación…
— ¿Cuál separación?
— Pensé que querías separarte…
— No sé de dónde salió esa historia. Si no quieres separarte, no veo porqué…
— Nunca dije que quería…
— Yo tampoco. Parece que todos estos meses que estamos juntos en la casa hicieron este relacionamiento más difícil.
— Parece… Creo que no es nada grave, debe ser común. Esta cuarentena… Solo necesitamos no dejar peor la situación.
— Debemos tener cuidado con lo que hablamos, con lo que hacemos…
— Y con lo que dejamos de hacer…
— Bueno… Oye, puedes dejar que hoy voy a lavar la loza, ¿está bien?
— ¡Ah ya! Eso es bueno, porque sobra más tempo para limpiar la casa.
— ¿El sábado em la mañana es la limpieza, no es? Me había olvidado… Me acordé que dejé la toalla mojada en la pieza, voy a ver eso.
— Yo voy al supermercado hoy en la tarde. ¿necesitas cerveza?
— No necesito mucho, pero…
— Te voy a traer de la cerveza oscura, la que te gusta… ¿Sabes de lo que me acordé ahora? De aquel consejo sobre cómo mantener un casamiento estable.
— Sí, me acordé. Tú lo viste em un sitio de sicología o algo parecido. Pero hace mucho tempo. Hace años…
— Así es, ahora me acordé.
— ¿Y qué es lo que decía?
— Decía que, para mantener un casamiento saludable, basta que cada uno de los cónyuges ceda 50%.
— Hoy también te voy a ayudar con la limpieza. Es justo.
— Puedes ir a jugar a la pelota el martes también, como querías. Es justo.
— Sabes, estaba pensando… ¿Te acuerdas cuando hacíamos un tempo los fines de semana para conversar sobre asuntos más profundos?
— Claro que me acuerdo, asuntos más elevados. Hace tiempo… ¿Por qué paramos?
— No sé… ¿Y si lo volvemos a hacer? Creo que era todos los sábados en la noche.
— ¡Entonces está marcado! ¡Eso mismo, todos los sábados! ¡Va a ser bueno!
— ¡Sí, va a ser muy bueno!
— Tú eres la parte principal de mi vida.
— Menos mal que estás conmigo.
Roberto C. P. Junior
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