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Verdadero amor al prójimo no puede brotar en un corazón sin comprensión. Y comprensión por el prójimo se evidencia por un interés genuino, sin otras intenciones, a no ser entenderlo y auxiliarlo donde sea posible. Tal interés, sin embargo, solo puede surgir cuando el portal del alma de quien desea auxiliar está abierto para recibir las impresiones que llegan desde afuera, de modo a poder asimilar las experiencias vividas por su semejante. Solamente así es posible colocarse en el lugar del otro, comprenderlo, amarlo y respetarlo. Solamente así es posible realmente “amar al prójimo como a sí mismo”, como exhortó el más grande de los maestros.
Dice Abdruschin en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial:
“¡Con vuestro ser, vuestra naturaleza, debéis dar a vuestro prójimo! No necesariamente en dinero o en bienes. Si así fuera, los menesterosos quedarían excluidos de la posibilidad de dar. En esa vuestra manera de ser, ese ‘darse uno mismo’ en el trato con el prójimo, en la consideración y en el respeto que le ofrecéis voluntariamente, radica el Amor del que Jesús nos habla y también la ayuda que prestáis a vuestro prójimo. De este modo le ofrecéis la posibilidad de cambiar, o de continuar su ascensión, pudiendo fortalecerse a través de ello”.
Sin embargo, si el portal del alma de quien pretende cumplir esas palabras está cerrado ya hace tiempo, será difícil abrirlo, y cada vez más. Cuanto más tiempo esté trancado, más difícil será para abrirlo Y si transcurre mucho tiempo en esa situación, entonces de ninguna forma podrá el ser abierto, ni con la más reluciente llave de buena voluntad, pues no será posible ni siquiera encontrar la cerradura, ya totalmente cubierta por la tela del egoísmo durante décadas.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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