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La Ley de la Reciprocidad es una de las columnas básicas que sostienen toda la obra de la Creación. También conocida como Ley del Retorno, Ley de La Siembra, Ley de Causa y Efecto, ella hace retornar de forma multiplicada a cada persona aquello que ella misma produjo con sus intuiciones, pensamientos, palabras y acciones. Devuelve a cada individuo exactamente lo que fue por el generado, no importando si fueron cosas buenas o malas.
La Ley de Acción y Reacción de Newton, según la cual un cuerpo siempre reacciona con fuerza igual y en sentido contrario a aquella aplicada sobre él, es un efecto físico material, en escala reducida, de esa ley universal del efecto reciproco.
Lo que la física conoce, por tanto, es el efecto terreno de una ley cuyo enunciado básico ya nos fuera dado hace dos mil años con la sentencia: “¡Lo que el ser humano siembre, eso el cosechará!” (GL 6:7). Esa enseñanza de incondicional reciprocidad, por cierto, ya había sido transmitida a la humanidad mucho antes, en varias doctrinas religiosas no torcidas y también en numerosos pasajes del Antiguo Testamento, siempre prodigo en aclarar que tanto lo justo como lo impío son responsables por su propio destino.
Como La Ley de La Reciprocidad establece que todo aquello que producimos siempre retorna de manera reforzada a nosotros mismos, a los generadores, entonces queda claro que si sembramos cosas buenas cosecharemos frutos buenos, dulces y suculentos, y que si sembramos cosas malas tendremos que deglutir frutos amargos y podridos. Muy simple. Ya bien dice la sabiduría popular: “Quien con hierro hiere, con hierro será herido”.
Una siembra mala es como una piedra amarrada a un cordel elástico y presa a la mano de una persona, que la lanza con mayor o menor fuerza contra algo o alguien. Atingido o no su albo, la piedra siempre retornará para la persona que la tiró, también con mayor o menor intensidad, dependiendo de la fuerza con que fue lanzada. La persona en cuestión puede representar la humanidad, un pueblo, una comunidad, o aún el propio ser humano individual. La piedra representa el producto generado por la voluntad mala: las intuiciones negativas, los malos pensamientos, las palabras maldadosas, las acciones erradas. El elástico, a su vez, es absolutamente indestructible, pues él representa la actuación de esa ineludible ley de la Reciprocidad.
El espíritu humano teje su propio destino mediante la actuación de esta ley de la Creación, tanto aquí en la Tierra como en el más allá.
Cuando integralmente reconocida y adecuadamente utilizada, la Ley de la Reciprocidad cubre la criatura humana de auxilios y bendiciones, de apoyos invalorables, impulsándola cada vez más hacia arriba, de vuelta a su patria espiritual, su verdadero hogar.
Sin embargo, cuando es mal utilizada, sea por indiferencia, descuido, porfía o ignorancia, la arrastra para un mundo repleto de dolor y sufrimiento, que ella, de inicio, absolutamente no necesitaba conocer.
Roberto C. P. Junior
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Serie Las Leyes de la Creación
1) Ley de la Reciprocidad
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2) Ley de Atracción
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3) Ley de la Gravedad
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4) Ley del Movimiento
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5) Ley del Equilibrio
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6) Ley del Amor
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