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Nadie puede con él en la época actual. Nada ni nadie está a la altura de su sagacidad, su sutileza y su astucia. Pues todo él sabe siempre mejor, y lo que eventualmente no sabe, luego trata de cubrir con un manto de aparente sabiduría, de modo que su poder e influencia permanecen intocados. Para todo él encuentra explicaciones elocuentes, argumentos convincentes.
Estamos hablando del raciocinio humano. De él, que se arrogó a “sabe todo” en asuntos que le dicen respecto, y que con eso estranguló la voz del espíritu, la intuición (http://bit.ly/24E9VyX). Él, el Caín que mató Abel. Aun mismo cuando aquí y allá, el espíritu-Abel aún consigue mostrarse presente mediante un susurro casi inaudible de la intuición, el raciocinio-Caín interviene inmediatamente, de modo a hacer valer únicamente su opinión, que nunca puede extenderse más allá del restricto ambiente material, haya vista que el propio se originó de la materia, aunque siempre cultiva el hábito de intitularse “presencia de espíritu”.
El escritor brasileño Rubem Alves narra una divertida historia que ilustra bien la sagacidad del raciocinio*: “Había en una pequeña ciudad de Estados Unidos una comunidad protestante muy conservadora y muy rigurosa en relación a principios éticos. En esa misma localidad había también una fábrica de cerveza, que, para aquella iglesia era la vanguardia de Satanás, siendo tratada correspondientemente en el púlpito. Cierto día la fábrica de cerveza manifestó la intención de donar 500 mil dólares para la iglesia. De inicio, los miembros fueron categóricos en denunciar el dinero como obra del demonio, que no podría de ninguna manera ser aceptado. Sin embargo, pasada la excitación de los primeros días, algunas voces comenzaron a levantarse en favor de una posible aceptación, bajo determinadas condiciones. Después de mucha discusión, se registró la siguiente decisión en el libro de actas: “La Iglesia …….resuelve aceptar la oferta de 500 mil dólares hecha por la cervecería…….con la firme convicción de que el diablo estará furioso al ver su dinero siendo usado para la gloria del Señor”.
La curiosa decisión de la Iglesia norteamericana caracteriza, en realidad, una capitulación disfrazada de buena intención. Percibimos eso claramente porque estamos “afuera”. Pero la misma cosa acontece con nosotros cuando necesitamos tomar alguna decisión importante. No notamos la similitud de la situación porque estamos “dentro”, bajo el dominio del astuto Caín, sin presentirlo. Incluso cuando la intuición aún consigue exhortarnos a actuar de una determinada manera, frecuentemente nos dejamos llevar por las argumentaciones de Caín y escogemos otra, errada, de la cual más tarde nos arrepentimos irremediable y amargamente.
La única manera de arrancar a Caín del trono usurpado y destituirlo de su dominio es fortalecer la intuición, por la cual el espíritu se hace valer (http://bit.ly/27m9isX). Sin embargo, eso solo acontecerá si direccionamos nuestra voluntad exclusivamente en el sentido del bien, sin reservas. Solamente así Abel, el verdadero sabio, podrá revivir y retomar el lugar que le compite. Y solamente así la evolución espiritual podrá proseguir, después de haber permanecido estancada y hasta retrocedido por milenios.
[*Registrado en “Ostra feliz no hace Perla”, de Rubem Alves, editora Planeta, 2008]
(Conozca la literatura del Grial publicada por la Ordem do Graal na Terra.
Ingrese a: http://bit.ly/1XjNebF.)