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El Deep Blue fue un computador de gran porte especialmente proyectado por científicos norteamericanos para jugar ajedrez de alto nivel. En mayo de 1997, el Deep Blue venció el entonces campeón mundial, el ruso GarryKasparov, en un confronto con reglas oficiales.
Fue algo sin precedentes, que generó inmensa polémica y consternación en el mundo entero, pues el propio Kasparov encaraba la disputa como un confronto entre la humanidad y la máquina, algo como una lucha de brazos entre el creador y la criatura. Tanto así, que hasta se sintió ofendido al ver una bandera rusa de su lado del tablero, pues a final de cuentas él estaba allí representando toda la humanidad, y no una nación en particular…
La mayor parte de los simpatizantes y analistas del ajedrez también vislumbraba el enfrentamiento bajo esa idea de una lucha intelectual, de donde no podría haber dudas sobre quien saldría vencedor. Por eso, la realidad de la derrota fue especialmente dolorosa para muchos. Por toda parte, se veía pasmo y perplejidad: “¡La máquina venció el ser humano!” “¡El computador dominará el mundo!” “¡La humanidad fue derrotada!”
Si un computador fue capaz de vencer el mejor ajedrecista del mundo, entonces era evidente que una maquina podía, de hecho, jugar ajedrez mejor de que el más experimentado ser humano. Y más: que una maquina podía tener más inteligencia que un ser humano, por lo menos más inteligencia para jugar ajedrez. De esa constatación advino la perplejidad y el inconformismo de mucha gente por el mundo afuera.
Pero eran sentimientos sin una razón de ser. El computador venció el hombre en una prueba que exigía únicamente raciocinio. Nada a requerir de la intuición, nada a exigir del espíritu, de aquello que es vivo y que hace un ser humano realmente un ser humano (http://bit.ly/1TmquKA).
El Deep Blue no tenía capacidad de intuir lo correcto y lo errado, no tenía libre albedrío, era incapaz de amar. No traía dentro de sí el impulso irrefrenable de saber quién él era, lo que hacía en la Tierra y quien lo había creado. Era y es un objeto muerto, que en la observación bien humorada de un reportero no fue capaz de conmemorar su victoria.
Pero las personas que ya hace mucho tiempo sofocaron la voz de sus espíritus – la intuición, creyeron y aún creen que la humanidad salió realmente derrotada por la máquina. Sin embargo, quien derrotó la humanidad fue ella propia, en un proceso que ya viene de milenios, cuando pasó a considerar el raciocinio, un mero instrumento de utilización terrena del espíritu, como su bien supremo, como la más valiosa e importante dádiva de la existencia (http://bit.ly/24E9VyX).
Y ahora, casi tres décadas después, la humanidad se hace los mismos cuestionamientos de aquella época, con un miedo aún mayor de perder la primacía, esta vez con relación a la inteligencia artificial…
Ya está más que en la hora que el ser humano se esfuerce en escuchar nuevamente la voz de su espíritu, pues únicamente su esencia espiritual es que hace de él un ser humano.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
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