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Existe una interesante coincidencia en el campo de los descubrimientos científicos e invenciones, ya notada por mucha gente y que siempre se repite: la simultaneidad. Es cuando un mismo descubrimiento ocurre casi al mismo tiempo en partes diferentes del mundo. El premio Nobel, por ejemplo, frecuentemente es dividido entre más de un investigador, que llegaron simultáneamente a los mismos descubrimientos.
Algunos casos de simultaneidades son bien impresionantes:
1-El telégrafo tuvo tres inventores reconocidos, y un cuarto, que sin saber nada de sus colegas, simplemente puso un aparato para funcionar en Munique un mes después de una patente concedida en Inglaterra, todo en 1837.
2-La ley de conservación de energía fue formulada cuatro veces en el año de 1847, por cuatro investigadores trabajando independientemente.
3-La fotografía fue inventada dos veces en 1839, por Daguerre y Talbot; exactamente treinta años después, la fotografía a colores era inventada al mismo tiempo por Cros y Hauron, que no se conocían.
4-El motor eléctrico apareció simultáneamente en Inglaterra, Francia, Italia y Estados Unidos.
5-La máquina de escribir fue inventada al mismo tiempo en Inglaterra y en los Estados Unidos por varios individuos simultáneamente.
6-El termómetro registra por lo menos seis inventores reconocidos y el telescopio nueve.
¿Cuál sería la causa de estas simultaneidades sorprendentes?… La causa real, verdadera, no es visible, pues es resultado de la actividad de los pensamientos, en conjunto con la ley de atracción de la Igual Especie.
Un científico comienza a dedicarse a un cierto asunto y se profundiza en pensamientos al respecto, esos pensamientos van a influenciar a otros científicos, o sea, personas de igual especie. Esos otros científicos tienen entonces una idea genial que juzgan ser apenas suya, y pasan a dedicarse con ahínco al mismo tema. Generan entonces nuevas formas semejantes de pensamientos, que, por su vez, van a influenciar a otros colegas que están dedicándose a la misma investigación, incluso el primero, que dio inicio al pensamiento original. De ese modo hay un intercambio mutuo, involuntario, entre ese grupo de investigadores.
Así, el descubrimiento o invención acaba ocurriendo al mismo tiempo, y de una forma prácticamente idéntica, apenas con pequeñas alteraciones resultantes de la disponibilidad de recursos o particularidades de entendimiento del objeto en estudio.
El saber de ese efecto de los pensamientos debería bastar para suprimir cualquier punta de orgullo o vanidad de quien aparece anunciando a los cuatro vientos una idea o invento “revolucionario”, pues nadie otorga nada enteramente de sí mismo, pero si produce algo con la contribución invisible de varias otras personas.
Si la humanidad viviese dentro de la Voluntad del Creador, ese fenómeno colaborativo solo generaría alegría y congraciamiento. Como no es este el caso, asistimos en estas simultaneidades casi siempre disputas exacerbadas por la comprobación de primacías, celos y rabiosas denuncias de plagio.
Este intercambio involuntario en el mundo científico también acontece, evidentemente, en el día a día de las personas comunes. Por eso es tan importante mantener siempre pura la voluntad interior, el hogar generador de los pensamientos. De ese modo, haremos parte de una igual especie mundial basada en la nobleza de alma. Recibiremos influencia de pensamientos nobles y contribuiremos con pensamientos del mismo tipo para el perfeccionamiento de nuestros semejantes que ni siquiera conocemos. Es un “dar y recibir” a nivel global, que enriquece todas esas personas de la misma especie, independientemente de donde se encuentren en el planeta.
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