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La persona que no deja su espíritu dormir en una soñolienta comodidad, pero que, al contrario, lo obliga a moverse, tal como preconiza la Ley del Movimiento, solo puede aceptar como verdadero, en materia de creencia, aquello que ella realmente es capaz de comprender en su esencia más profunda. Tal persona madura más y más, prosiguiendo sin parar por la escala de la evolución espiritual, la cual siempre exige movimiento propio de quien desea ascender.
Y así, poco a poco, ella pasa a percibir el brillo de una Verdad profunda, que le parece saludar de lejos promisoramente. Cada vez más nítida y claramente ella contempla aquel fulgor resplandeciente, a través del filtro de algunos pocos conceptos falsos aún remanecientes, filtro este que se va haciendo cada vez más tenue a medida que asciende, hasta desaparecer por completo. En este punto, ella habrá encontrado la Verdad integral de la vida.