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Quien busca mantener su voluntad orientada exclusivamente en el sentido del bien, genera naturalmente pensamientos puros, los cuales, como siempre ocurre, adquieren formas correspondientes. Los pensamientos con fuerza anímica, originados de una fuerte voluntad intuitiva, se congregan a su vez en centrales de la misma especie, permaneciendo, no obstante, conectados al respectivo autor, al cual hacen refluir aquello de que son constituidos. De ese modo, en el caso de pensamientos puros, el bien y la pureza se hacen cada vez más fuertes en la respectiva persona, cada vez más robustecidos y consistentes, a punto de que la generación de buenos pensamientos se hace para ella algo evidente, sin necesidad de un esfuerzo especial para eso. Así, la legítima buena voluntad, permanente, da origen también a un bello destino de modo absolutamente natural, por efecto automático de las leyes de la Creación.