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La criatura humana es un ente espiritual. Su núcleo es espíritu. El “sentimiento del yo” proviene exclusivamente del espíritu, y no acaso del cuerpo terreno, que apenas es una herramienta para la actuación espiritual en la materia. El espíritu, el verdadero “yo” de cada uno, va siendo formado y perfeccionado por las vivencias que la vida terrena encierra. Cuanto más el ser humano aprende con sus experiencias vivenciales y direcciona su querer en el sentido preconizado por las leyes del Universo, por él reconocidas, tanto más perfeccionado, esmerado, primoroso y bello se torna su espíritu.