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Innumerables pueblos antiguos, separados en el tiempo y en el espacio, registraron la existencia de los seres de la Naturaleza, tanto de los pequeños como de los grandes regentes, denominados “dioses”. ¿De dónde habría venido ese saber? ¿Por qué está extinto en la época actual? ¿Qué hay de verdad en eso?
Los historiadores de hoy están perplejos al constatar que los dioses venerados en las innumerables culturas de tiempos antiguos eran, en verdad, siempre los mismos. Están intrigados con ese hecho y suponen que haya existido una fuente religiosa común de donde habrían derivado todas las creencias en divinidades. El investigador J. Garnier, escribió: “No apenas los egipcios, los caldeos, los fenicios, los griegos y los romanos, pero también los hindúes, los budistas chinos y tibetanos, los godos, los anglo-sajones, los druidas, los mexicanos, los peruanos, los aborígenes y hasta los salvajes de los mares del sur, todos deben tener una derivación de sus ideas religiosas de una fuente común y de un centro común. Por toda parte nos encontramos con las más sorprendentes coincidencias en los rituales, en las ceremonias, en los costumbres, en las tradiciones, en los nombres y en las relaciones de sus respectivos dioses y diosas.”
Cuando el raciocinio aún no había establecido su reinado tiránico sobre la Tierra, los seres humanos podían ver esos entes bondadosos y comunicarse con ellos, los cuales colaboraron mucho en los periodos iniciales del desarrollo humano. Pero después que su voluntad se volvió exclusivamente para lo material, surgió un abismo entre esas dos especies de la Creación, como resultado natural de la ley de adaptación, y la interacción con los entes se extinguió. Los seres humanos estaban totalmente “adaptados” a la materia más densa, y nada mas percibieron de las camadas mediana y etérea de esa misma materia, donde viven y actúan esos seres.
En la propia Biblia, hay innumerables relatos de la actuación de los entes. En relación a eventos de la naturaleza, por ejemplo, dice David en los salmos: “El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las flamas de fuego sus ministros” (Sl104:4). En el libro apócrifo de Jubileo, que es casi una copia del Génesis, está dicho que en el primer día de la Creación el Señor creó ángeles del espíritu del fuego, de los vientos, de las nubes, de la nieve, de las voces del trueno y del relámpago, del frio y del calor. Son los entes, que provocan efectos meteorológicos según las leyes establecidas por el Creador para la materia física, por tanto en conformidad con Sus ordenes: “dio órdenes a las nubes arriba, y abrió las puertas del cielo; (…) hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder dirigió el viento sur” (Sl78:23,26).
El Génesis también afirma que “en aquellos días había gigantes en la Tierra” (Gn6:4), indicando de esa forma que una clase especial de entes, los gigantes, eran normalmente visibles y reconocibles por los seres humanos en aquellas eras lejanas. Sobre el tamaño de esos gigantes, en comparación con los seres humanos, es digno de nota el relato de los hombres enviados por Moisés para espiar la tierra de Canaán: “También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.” (Nm13:33).Filón de Alejandría, filósofo del sigo I de nuestra era, afirmaba que esos gigantes no eran ningún mito.
Otro tipo de entes, también muy conocido en la Antigüedad, son los que cuidan de los niños buenos hasta el despertar del espíritu. Reminiscencias de ese saber perdido sobreviven en los cuadros y temas que muestran ángeles de guardia junto a las cunas de los bebés (muy comunes en el siglo XVII), así también en este salmo: “Pues, Él dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos. En sus manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.” (Sl91:11,12). En el siglo V a.C., Platón ya hablaba de la existencia de esos ángeles de guardia, y mucho tiempo después, en el siglo IV d.C., el famoso San Jerónimo afirmaba que esos ángeles eran dados a los seres humanos desde su nacimiento. Estos seres no son ángeles, pero si guardianes de los niños buenos durante algunos años. Para cada nivel de edad hay un ente específico, tanto para las niñas como para los niños.
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