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Error, vergüenza del error, ganas de desparecer… Parece que nunca vamos a superar una situación en que fuimos protagonistas de alguna falla evidente. Pero no es así. El tiempo es que cuida de colocar todo en su debido lugar, y con la real importancia de cada cosa. El desespero, en la mayoría de los casos, es infundado.
Errores solo comete quien hace alguna cosa. Quien no hace nada no comete ningún error. Por cierto, aparentemente no comete, porque la pereza terrena y la indolencia espiritual son dos de los mayores errores que una criatura humana puede cometer en su pasada por la Tierra. Reconocer corajudamente la falla, aprender con ella, tomar la firme resolución de no más errar de aquella forma y seguir adelante. Esta es la postura correcta, la actitud correcta de quien actúa en conformidad con la ley universal del movimiento continuo.