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No es inusual que alguien deje de vivenciar cosas importantes, que podrían traerle enseñanzas profundas y auxiliarlo en la escalada espiritual, por estar interiormente ajeno a los acontecimientos.
Cada experiencia de vida necesita ser plenamente asimilada por el espíritu, sin pensamientos de devaneos ni sentimientos de fantasía, si es que le deba traerle algún provecho. Y eso solamente ocurre cuando estamos integralmente presentes en la vivencia, cuando nos colocamos dentro de ella con cuerpo, alma y espíritu.