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El sueño de consumo de tantos…Sueño de todos que ejercen una actividad remunerada. ¿Y quién no quiere? ¿A quién no le gustaría trabajar solo en aquello que le gusta? Cierta vez alguien ya dijo que ese estado solamente es alcanzado por algunos privilegiados profesores de filosofía, agraciados en poder leer y estudiar solamente lo que les gusta en tiempo integral.
Pero, de modo general, la realidad no es realmente muy color de rosa para la mayoría. Hasta para los con vocación, que nunca tuvieron dudas sobre que profesión seguir, la labor cotidiana suele pasar lejos de las imaginaciones construidas en las mesas escolares. Más allá de eso, el remedio correcto para esa enfermedad, “gustar de lo que se hace”, no es muy fácil de tomar y ni se conoce la dosificación correcta para cada uno.
Mejor sería buscar “gustar de lo que se hace bien hecho”. Ahí sí, el remedio va a funcionar muy bien, sin contraindicaciones ni efectos colaterales. Elaborar algo bien hecho siempre trae satisfacción, incluso cuando no es fruto de antiguos anhelos y de sueños escondidos. No es necesario gustar de lo que se hace para hacerlo bien hecho, más lo contrario: ¡hágalo bien hecho y le va a gustar lo que hace!
Cuando nos esmeramos en hacer un trabajo bien hecho, la recompensa adviene automáticamente, no necesariamente en términos financieros, más por la sensación de haber contribuido con nuestra capacidad máxima. Nuestra mejor ayuda a todo mejorar. Mejorar el ambiente, mejorar el mundo. El valor de un trabajo no está en aquello que es producido, pero en la manera como es hecho.
La sensación del deber realizado, de la tarea bien cumplida, es una de las más plenas que el ser humano puede experimentar. Ella trasciende la vida material, pues equivale a una oración de agradecimiento vivo de la criatura al Creador, por haber conseguido transformar una dádiva en acción, una capacitación en bendición, una aptitud en provecho de su ambiente y de su prójimo. Es el talento que da intereses sobre intereses. Lo que estaba latente, adormecido, despertó para la vida por el trabajo realizado con dedicación.
Sin embargo, fue la propia persona que hizo ese encantamiento posible para sí mismo, al cumplir la Ley del Movimiento. Y esa ley también podrá llevarla, cuando el tiempo para eso haya llegado, a una actividad que le rendirá aún más satisfacción y alegría, pues ella nunca dejó de hacer su parte en el proceso, o sea, de realizar su trabajo con el máximo empeño de que era capaz. Fue exactamente su dedicación sin reservas que le puede reservar un trabajo más lleno de vida, para una vida más plena.
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