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El bien es siempre más fuerte que el mal, en todos los grados y matices. Así, la generosidad será también más eficaz que la desconsideración en el intento de obtenerse determinado comportamiento de algún semejante nuestro. La delicadeza de las palabras y sentimientos generosos encuentran entrada para el corazón y lo convencen naturalmente, al paso que la rudeza de la desconsideración solo consigue un mero asentimiento exterior, forzado, desprovisto de cualquier vida y calor.