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Ya no es un camino fácil en los días de hoy, listo y pavimentado. Al contrario, continúa siendo “angosto”, como ya había advertido el Maestro (Mt.7:13,14). Hasta para llegar a su comienzo, las personas de buena voluntad necesitan antes dejar para tras muchas futilidades, y, sobretodo, colocar delante del altar de su espíritu un albo elevado. No es para muchos en la época actual, infelizmente.
Incluso para el individuo que busca sinceramente, hay aún un gran peligro en su camino de búsqueda espiritual, de desarrollo ascensional. Ese peligro, no muy bien reconocido, es la “comodidad”.
La persona comienza a seguir por el camino elegido, va subiendo poco a poco, va madurando mediante vivencias y reconocimientos, y, a veces se queda maravillada con algo bello y útil que encuentra en su escalada. Hasta ahí todo bien, ningún problema. Sí, pues ella no encontraría algo de bueno, de noble, y ni lo reconocería como tal, si no estuviese de hecho moviéndose espiritualmente. El hecho es que muchas veces ella se acomoda en esa bella descubierta y cesa su caminada, estanca su movimiento ascendiente de evolución. Eso es un grave error, un obstáculo fatal, pues de ese modo la persona está justamente contraponiéndose a la fundamental Ley del Movimiento en la Creación.
Ningún alpinista planta la bandera de su país en el medio de la pendiente de una montaña, ni tampoco próxima a la cima. O él clava su bandera en la cumbre o ella no será izada. Él tiene que escalar la elevación hasta el final, en un esfuerzo continuo, permanente, si quiere alcanzar el objetivo al cual se propuso antes de la subida. En la escalada espiritual no es diferente. El paisaje puede, realmente, ser más bonito a medida que se sube, pero no es por eso que debe acomodarse en esa contemplación, renunciando de lo restante de la subida. Si en la ascensión, la persona permanece parada en una determinada altitud, aún corre el riesgo de ser soterrada por una avalancha. Ella solo estará completamente protegida cuando llegue a la cumbre. El ser humano tiene que escalar solo la montaña del reconocimiento espiritual hasta el final, si quiere conquistar la Verdad integral.
La criatura humana terrena se desvió del modo correcto de vivir ya hace mucho tiempo, miles de años. No quiso seguir las directrices establecidas por las leyes universales, y con eso abrió mano displicentemente de todos los auxilios que esas leyes le conceden naturalmente, cuando observadas. La Ley del Movimiento, especialmente, no puede ser descuidada de ninguna manera por el espíritu humano de la época actual que aún anhela retornar a su Patria luminosa. La nostalgia que ella siente inconscientemente, también prevista por esas mismas leyes, es el impulso que su espíritu necesita para moverse continuamente hacia las alturas.
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