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Durante su breve pasada por el planeta, la criatura humana debe empeñarse en tornar realizables terrenamente los legítimos anhelos espirituales, y no cultivar devaneos y fantasías, que solo sirven para estimular la vanidad. Querer dedicarse a construir castillos en el aire es solamente desperdicio de tiempo y mal uso de los dones y capacitaciones del espíritu, los cuales, cuando bien aprovechados, traen beneficios amplios para el ambiente y para la misma persona.