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Un antiguo proverbio chino en traducción libre dice que “para andar mil kilómetros es necesario dar el primer paso”. Una verdad simple, pero de gran significado. Una jornada de mil kilómetros traerá sin dudas experiencias bastante provechosas al peregrino: Muchas alegres, varias tristes, algunas sorprendentes… pero todas enriquecedoras. Vivencias que ayudarán a moldear su personalidad y perfeccionar su carácter. De todo eso, sin embargo, él tendría abierto mano si no se hubiese resuelto a dar aquel primer paso y sencillo allá atrás, en la senda elegida.
Con el desarrollo espiritual no es diferente. La persona que finalmente deja que su espíritu se mueva, y que, por consiguiente, siente la imperiosa necesidad de solucionar, por si misma, las cuestiones básicas de la vida – “quien soy yo”, “de dónde vine”, “para dónde voy” –, no contentándose con las respuestas ya listas ofrecidas por dogmas religiosos y científicos, se muestra con eso lista a dar el primer paso en el camino de la evolución espiritual. Un paso muy simple, sin embargo, esencial, sin el cual nada de lo que emprenda en la secuencia de su búsqueda personal tendrá durabilidad. Sin él, nada de lo que construya podrá traer provecho permanente para sí y su ambiente, al contrario, acabará por extinguirse, acabará por debilitarse lentamente, como la llama de una vela privada de oxígeno.
El primer paso es tan sencillo que en la mayor parte de las veces pasa desapercibido, infelizmente. No es observado hasta incluso por aquellos realmente dispuestos a caminar los mil kilómetros del camino del desarrollo espiritual.
Ese primer paso consiste simplemente en mantener la voluntad interior, o voluntad intuitiva, siempre pura, siempre direccionada hacia el bien, única y exclusivamente, independientemente de las circunstancias exteriores. Con esa voluntad conservada pura, los pensamientos formados serán también naturalmente puros, sin que el generador necesite hacer un esfuerzo especial para conseguir eso. Y la pureza de los pensamientos es absolutamente determinante para el destino de la criatura humana.
En su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial, Abdruschin denomina la voluntad intuitiva del ser humano de “hogar” a partir del cual los pensamientos son generados, y le aclama a mantenerlo siempre puro con una exhortación recurrente: “¡Conservad puro el hogar de vuestros pensamientos, así sembraréis paz y seréis felices!” En la conferencia intitulada justamente “El Primer Paso”, él dice:
“La base para la edificación de una nueva humanidad, base que vosotros no debéis ni podréis evadir, la constituye ésta sola frase: ‘¡Mantened puro el hogar de vuestros pensamientos!’
¡Con esto tiene que comenzar el hombre! Éste es su primer deber, que hará de él lo que debe llegar a ser: un ejemplo para todos aquellos que aspiran a alcanzar la Luz y la Verdad, para todos los que, agradecidos, quieran servir al Creador con la plenitud de su ser. Quienquiera que realice esto no necesitará más directrices. Será como debe ser, y, como tal, recibirá en abundancia todas las ayudas que están a su espera en la Creación para conducirle, sin interrupción, hacia las alturas.”
Sin que demos ese primer paso, nada de lo que emprendamos para el progreso espiritual tendrá éxito duradero. Él es la base de toda la evolución genuina. Si por ventura no haya sido considerado, entonces es mejor volver por la senda hasta entonces seguida y reiniciar la caminata. Será menos penoso y doloroso de que, ya habiendo recorrido un considerable trecho de la senda, seamos impelidos nuevamente hacia atrás, empujados de vuelta al inicio de nuestra peregrinación por la actuación de las incorruptibles leyes de la Creación, que actúan, todas, dentro de la Pureza Divina, y que, por eso mismo, solo permiten el florecimiento y la conservación de aquello que es puro.
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