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Una mera buena voluntad contemplativa no basta para el progreso espiritual, pues ella suele ser muy condescendiente con los propios errores, prefiriendo espejar solamente el lado bueno de las virtudes. Es necesario, antes de todo, honestidad e implacabilidad para reconocer las fallas en toda su extensión, donde quiera que busquen ocultarse en el alma.