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Nota Introductoria
En este ensayo, todos los trechos en destaque fueron extraídos de la obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial de Abdruschin. Los trechos retirados del Mensaje no tienen la finalidad de ilustrar el texto, sino que sucede lo contrario: ellos fueron colectados y organizados de modo a evidenciar que el presente ensayo se encuentra en conformidad con las enseñanzas contenidas en la obra de Abdruschin.
Siempre que la palabra “conferencia” es mencionada, el autor está refiriéndose al Mensaje del Grial. En el final de los trechos destacados, aparece el respectivo título de la conferencia entre paréntesis.
Vivir el Mensaje del Grial es tornarlo algo propio, como parte de nosotros mismos, de tal forma que ni necesitemos ponderar sobre cómo actuar en determinada situación, ya que no podríamos hacer nada diferente de lo que lo prescrito por el Mensaje. Eso es vivir el Mensaje. Significa vivir en estricta concordancia con la Voluntad del Creador, como si ella estuviese impregnada en nuestra carne y nuestra sangre. Solo saber del Mensaje no es vivirlo, es necesario que el Mensaje se torne nuestro.
“¡De nada sirve conocer la Palabra! Aun cuando sepáis de memoria mi Mensaje completo, frase por frase, para instruiros e instruir a vuestro prójimo… de nada os servirá mientras no obréis de acuerdo a él, si no pensáis según el verdadero sentido de mi Palabra y organizáis en consecuencia toda vuestra vida como algo natural que lleváis en cuerpo y sangre y que no se puede separar de vosotros. Solamente así podréis sacar de mi Mensaje los valores eternos que contiene para vosotros.”
(El Primer Paso)
A lo largo del Mensaje del Grial, Abdruschin nos exhorta varias veces sobre la necesidad de que conservemos puro el hogar de nuestros pensamientos. Abordamos eso en el ensayo “Intelecto, intuición y pureza de pensamientos”. En ese ensayo vimos que la exhortación recurrente del autor aparece por primera vez en la conferencia “¡Despertad!”:
“¡Conservad puro el hogar de vuestros pensamientos, con eso estableceréis la paz y seréis felices!”
También aclaramos que el hogar a que Abdruschin se refiere no es el punto para el cual “enfocamos” nuestros pensamientos, para el cual lo direccionamos, quiera que se trate de una persona, de un objeto o de cualquier idea abstracta, pero si, es nuestro corazón, nuestro núcleo más profundo, nuestra voluntad interior, la cual concurre para la formación y pulimiento de los pensamientos. Este querer que se manifiesta a través de los pensamientos es la voluntad interior, intuitiva, por tanto, el hogar generador de los pensamientos. Es allí que los pensamientos son moldeados, modelados, fabricados, es allí el punto central que les da origen. El hogar es, pues, la voluntad intuitiva de nuestro espíritu, de nuestro “yo”. Si esa voluntad es mantenida pura, los pensamientos que de ella son oriundos también lo serán, como consecuencia lógica y natural. Si no lo es, los pensamientos serán del mismo modo impuros.
Sabemos igualmente que la mala voluntad intuitiva genera los así denominados “demonios”, mientras que la buena voluntad intuitiva da origen a entes benevolentes, bonitos, los cuales eran vistos y reconocidos en épocas remotas, sin que las personas tuviesen idea de que eran generados por ellas mismas. En la conferencia “En el reino de los demonios y la visiones”, leemos el siguiente aclaramiento:
“Los productos de la voluntad sensitiva del espíritu humano, las configuraciones antes mencionadas, no dejan de existir después de desligarse de su autor, sino que subsisten independientemente mientras sigan siendo alimentadas por espíritus humanos animados de los mismos sentimientos que su especie, sin que tenga que tratarse necesariamente de su promotor. Buscarán la oportunidad de adherirse a los seres humanos dispuestos a ello o que ofrecen una resistencia muy débil. Orientadas hacia el mal, esas configuraciones son los demonios nacidos de la envidia, del odio y de cosas semejantes; mientras que orientadas hacia el bien constituyen los seres benefactores que, llenos de amor, sólo buscan mantener la paz y fomentar la ascensión”.
Los productos de la buena voluntad intuitiva son entes que pacifican con amor… Esos entes benevolentes son denominados Gulis; Tienen cerca de un metro de altura, rostros bondadosos y son movidos de amor. Ellos pacifican, o establecen la paz para la persona que los generó. La forma original en alemán del verbo “pacificar” utilizado en este trecho del Mensaje del Grial es Frienden stiften, que es la misma traducida por “establecer la paz” en la citada frase exhortativa, recurrente en el Mensaje del Grial, sobre la pureza de los pensamientos:
“¡Conservad puro el hogar de vuestros pensamientos, con eso estableceréis la paz y seréis felices!”
O sea, “pacificar” y “establecer la paz” son exactamente la misma cosa. Por consiguiente, son los Gulis que establecen la paz para una persona que conserva puro el hogar de sus pensamientos, y son ellos también que favorecen la ascensión.
Sin embargo, solo es posible mantener constantemente puro el hogar de los pensamientos si la respectiva persona vive dentro de una voluntad también permanentemente pura.
Quien vive dentro de una mala voluntad, nutriendo intuiciones malas, puede eventualmente hasta conseguir generar buenos pensamientos forzados, los cuales, no obstante, serán apenas débilmente moldeados en formas. Ya aquel que vive inmerso en una voluntad pura, que nutre intuiciones buenas, que, por tanto, solo admite limpidez a su alrededor, generará buenos pensamientos naturalmente, de modo enteramente automático. Pensamientos reales, vigorosos. Tal persona conservará siempre puro el hogar de sus pensamientos de manera natural, sin ningún esfuerzo ni cavilaciones de cualquier especie. Con eso, ella también deja camino libre para el reflujo de buenos efectos retroactivos provenientes de un eventual karma bueno. Si el hogar de los pensamientos no es mantenido puro, entonces posibles buenos retornos provenientes de la actuación de la ley de la reciprocidad no podrán efectuarse en ella en toda su integridad, al contrario, quedarán impedidos, retenidos por la impureza de la voluntad interior.
Las configuraciones de intuiciones buenas, los Gulis, son irradiaciones intuitivas tornadas formas. Esos entes no son propiamente “vivos”, pero disponen de una fuerza impulsadora propia, irradiando retroactivamente para su generador aquello con que ellos mismos fueron formados. Las irradiaciones reemitidas por los Gulis ayudan, pues, a “establecer la paz” para las personas que generan naturalmente buenos pensamientos que, por tanto, conservan puro el hogar de sus pensamientos, porque para conseguir eso, ellas tuvieron antes que direccionar su voluntad exclusivamente en el sentido del bien.
Una vez más, eso se refiere solamente a pensamientos reales, oriundos de la voluntad intuitiva espiritual, y no del enmarañado de pensamientos generados por la voluntad mental, que también se moldean en formas, pero correspondientemente más débiles.
La gran pregunta con que el lector sincero del Mensaje del Grial se encuentra con relación a la exhortación de conservar puro el hogar de los pensamientos, y la cual necesita tomar atención especialmente, es justamente el “conservar puro”. Lo que generalmente acontece es que el lector de buena voluntad consigue mantener puro el hogar de sus pensamientos solamente en determinadas situaciones, cuando todo le va bien y le sonríe. Sin embargo, basta una contrariedad, cualquier contratiempo, un trastorno, para que esa pureza desaparezca inmediatamente. Y con eso sus pensamientos también se moldearán de acuerdo, es decir, de modo impuro. De ese modo, él no fue capaz de conservar puro el hogar de sus pensamientos. No hizo vivo dentro de sí esa enseñanza básica del Mensaje del Grial. Conservar significa mantener inalterado, independientemente de las contingencias externas.
La enseñanza no dice qué si enfrentamos algún problema o una situación desagradable, qué si somos alcanzados por algo que consideramos injusto, podremos entonces abrir mano de conservar puro el hogar de nuestros pensamientos y producir pensamientos malos, bajos, sea de rabia, indignación o rebeldía. No. La voluntad interior tiene que permanecer siempre pura, en cualquier circunstancia.
Naturalmente, eso no significa que debamos comportarnos como corderitos miedosos delante de algún descalabro, pero sí, que debemos actuar siempre con serenidad, sentido común y justicia, sin dar lugar a pensamientos destructivos. En la conferencia “Creencia”, podemos leer lo siguiente:
“No se perderá en fantasías, no quedará extasiado, ni vivirá en la Tierra dedicado exclusivamente a lo espiritual, sino que, con sentido común y nuevos ánimos, procederá también a completar su obra terrenal y, asimismo, en caso de necesidad, sabrá blandir diestramente la afilada espada de su frío intelecto para defenderse de posibles ataques, sin que, naturalmente, llegue a ser injusto.
No debe, en modo alguno, tolerar tácitamente que se cometan injusticias contra él. Eso sería consentir el mal y fomentarlo”.
Cabe señalar que Abdruschin habla ahí de aplicar hábilmente el intelecto frio en la necesaria defensa en casos de agresión (pero sin tornarnos injustos), pues de lo contrario estaríamos fortaleciendo el mal con una complacencia indebida. Rebatir una agresión real con auxilio del intelecto, como escudo y espada, no es, sin embargo, lo mismo que alzarse con rabia y rebeldía delante de cualquier situación desagradable. Son cosas muy diferentes.
No podemos nunca olvidar que en la época actual todo es efecto retroactivo. Situaciones de aparentes injusticias son generalmente retornos de karma. Cosechamos en la época presente lo que nosotros mismos plantamos en el pasado, en esta o en otras vidas. Dolores y resentimientos suelen ser cultivados por quien se ve como víctima inocente de alguna injusticia, y eso, en casi la totalidad de los casos, simplemente no existe en nuestro tiempo, que es de cosecha incondicional de lo que fue sembrado.
Si somos alcanzados en los días de hoy por algo especialmente desagradable y doloroso, entonces es porque sembramos algo idénticamente malo, de la mismísima especie. Probablemente también hicimos a otras personas sufrir, sea por incomprensión, desconsideración, orgullo, vanidad, egoísmo, o cualquier otra cosa. Sembramos y cosechamos. Siempre y siempre. No hay hipótesis de una cosecha sin la previa siembra de la misma especie, ni tampoco de una siembra sin la inevitable zafra compulsoria futura.
En realidad, no existe ninguna situación en la vida que justifique un único pensamiento malo. La emisión de un pensamiento malo, incluso en el caso en que juzgamos haber sufrido alguna injusticia, equivale a un “no perdón” con relación a la ofensa recibida. Y eso impide la ascensión espiritual del que fue perjudicado. Si hubo, de hecho, un daño entonces él tendrá que ser reparado de una manera o de otra. Si eso no se da por un pedido sincero de disculpas del causador, entonces las propias leyes cuidarán de hacer que todo vuelva al equilibrio, concediendo legitimo perdón al agresor (caso él reconozca su falta) y librando también al perjudicado de los hilos invisibles a eso ligados.
“La Justicia de Dios exige que, siempre que suceda o haya sucedido algo, sólo el perjudicado pueda perdonar, ya sea en la Tierra, o, más tarde, en el mundo etéreo. De no ser así, el efecto recíproco se abatirá impetuoso sobre el culpable, y sus repercusiones conseguirán, de todas formas, que la culpa sea expiada, lo cual también implicará, de un modo u otro, el perdón por parte del perjudicado, pues ese perdón guarda estrecha relación con tales repercusiones, o éstas con la persona afectada. Comoquiera que los hilos de unión no quedarán desatados en tanto que ese perdón no tenga lugar, se comprende que no pueda suceder de otra manera. Esto constituye una ventaja tanto para el culpable como para el ofendido, pues si éste no concede su perdón, tampoco podrá entrar en las regiones de la Luz: su despiadada intransigencia se lo impediría”.
(¡Yo soy el Señor, tu Dios!)
Si estamos aquí en la Tierra, vivenciando y aprendiendo, es porque nuestro proceso de desarrollo aún no está concluido. Podemos percibir eso por las variaciones de nuestro querer, por las oscilaciones de nuestra alma. Si aún nos volvemos irritados con alguna contrariedad, si nos quedamos demasiado taciturnos con cualquier adversidad, entonces está claro que aún tenemos mucho trabajo por delante, en el sentido del perfeccionamiento espiritual. Del mismo modo, si nos dejamos desviar por alguna propensión robustecida, o si podemos sentir rabia y manifestarla en determinadas situaciones. En todos esos casos, el hogar de los pensamientos no fue conservado puro.
Cuanto más nos esforzamos en vivir según la Palabra del Mensaje del Grial, o mejor, en vivir la Palabra, tanto más fácil, sencillo y natural se nos tornará ese trabajo. En la conferencia “Responsabilidad”, Abdruschin da un consejo muy útil para evitar la generación de malos pensamientos:
“En todo instante podéis emprender el camino hacia la cumbre y enmendar el pasado, sea cual fuere. No es menester más que tener presente el proceso de la pura Fuerza divina, esa Fuerza que os atraviesa constantemente. Entonces, de vosotros mismos saldrá no conducir esa pureza a través de sucios canales de malos pensamientos, puesto que, sin mayor esfuerzo, podréis alcanzar lo más noble y sublime. No tenéis más que dirigir; la Fuerza actuará después, por sí misma, en la dirección requerida por vosotros”.
Pensar que la fuerza del omnipotente Creador nos atraviesa continuamente, y que nosotros tenemos la responsabilidad de administrar y dirigir esa fuerza, hace sencillo al lector de buena voluntad mantener pura su voluntad intuitiva, y casi imposible de producir pensamientos malos o bajos. Una vez más, lo que acontece aquí es que, por regla general, el lector hace un pequeño ejercicio mental al leer estas líneas y después olvida totalmente la indicación, cuando debería hacer eso varias veces al día y, especialmente, cuando estuviese en la inminencia de generar malos pensamientos delante de cualquier situación difícil.
El karma milenario puede ser absuelto de manera relativamente rápida por el lector sincero del Mensaje del Grial, mediante su continuo esfuerzo en integrarse en la Palabra y vivir según ella. Absuelto simbólicamente. Sin embargo, el nuevo karma obtenido por aquel que, después de conocer el Mensaje, no se esfuerza en transformarlo en algo propio, en vivirlo integralmente en todos los aspectos de la vida, es de difícil remisión.
Otro aspecto que auxilia en el proceso de integración al Mensaje del Grial es el verdadero concepto de belleza.
Belleza es el efecto natural y automático de todo y cualquier fenómeno que se procesa en conformidad con las leyes de la Creación. Todo lo que actúa y se molda de acuerdo con esas leyes será bello. Es imposible no serlo. Incluso aquí en la Tierra es posible constatar eso, aunque en escala reducida, observando la belleza siempre renovada de la naturaleza. Como ella, la naturaleza, se desarrolla siempre en conformidad con esas leyes, sin depender de la voluntad humana, tiene necesariamente que ser bella. Es por eso que nadie nunca vio ni nunca verá una flor fea… La naturaleza solo se degrada de algún modo cuando el ser humano pone su mano sobre ella, provocando varios desequilibrios.
También el ser humano espiritual podría vivir rodeado de belleza, si solo quisiera realmente. Basta que él se esfuerce en vivir de acuerdo con las pocas y sencillas leyes naturales, buscando direccionar sus pensamientos, sus palabras y sus acciones siempre en el sentido constructivo, en el sentido del bien. De ese modo su vida se tornaría nuevamente bella, así como él mismo, como resultado de la actuación de esas mismas leyes.
¿Parece demasiado sencillo? Las leyes de la Creación son sencillas, ellas son la propia sencillez. Nosotros somos los que buscamos complicar todo con las elucubraciones de nuestro intelecto.
“Vosotros, los que tan febrilmente soléis buscar el verdadero camino, ¿por qué os empeñáis en tan ardua tarea? Imaginad en toda su sencillez cómo os atraviesa la pura Fuerza del Creador, y ved cómo la guiais con vuestros pensamientos orientándola hacia lo bueno o hacia lo malo. Así hallaréis todo cuanto buscáis, sin fatigas ni quebraderos de cabeza”.
(Responsabilidad)
Con la conservación de la pureza del hogar de los pensamientos, todo se modifica. Todo lo demás adviene naturalmente de eso. Las intuiciones también se tornan más límpidas y claras, ya que la voluntad intuitiva es conservada pura. Las palabras y las acciones siguen en la misma línea, evidenciando la pureza y la belleza del origen. Y, a su vez, los pensamientos puros, las palabras correctas, los actos justos y las intuiciones luminosas constituyen semillas del bien que hacen brotar la vida de quien los emite, aunque el ambiente externo esté oscurecido por pensamientos de rabia, palabras ásperas, actos inconsecuentes e intuiciones bajas.
Por eso, el ser humano de espíritu vivo tiene que cobrar ánimo y actuar. ¡Actuar ahora, en el presente! Él mismo tiene que reunir todas sus fuerzas únicamente en el sentido del bien, sin descanso, si quiere de hecho construir un bello futuro para sí. ¡Es él mismo quien necesita colocar manos a la obra, con infatigable ahínco! De nada le sirve solo desear una mejoría para sí mismo; es necesario querer de hecho ese cambio, con toda la sinceridad de su “yo” más profundo.
“Con el deseo solo no se da principio a nada, es insuficiente para poder realizar progreso alguno. Es preciso hacer uso de la voluntad, la cual lleva inherente la acción propiamente dicha. Al aparecer una sincera voluntad, el acto en sí da comienzo inmediatamente”.
(La Voz Interior)
Cabe al propio ser humano, a él exclusivamente, transformar su interior, lo que naturalmente acabará exteriorizándose también en sus pensamientos, palabras y actos. Sus maneras como un todo se ennoblecen más y más con eso, porque primeramente su interior se tornó ennoblecido.
El lector sincero no debe desvanecer en ese tan necesario trabajo en sí mismo, no debe desanimar si por ventura constatar algunos o varios errores aún adheridos a sí. Como antes dicho, hoy en día todo es efecto retroactivo, de modo que estamos siempre cosechando los frutos de nuestra actuación en tiempos pasados, tanto de otras vidas como de esta, lo que en la mayor parte se efectúa de modo desagradable o irritante.
Reconocer con coraje y humildad los errores cometidos, enderezarse y enfrentar altivamente la situación es el modo correcto, el único, por cierto, adecuado para lidiar con situaciones difíciles. Jamás permitir que pensamientos pesimistas vagueen por el cerebro, pues, de ese modo, abrimos de par en par los portales de nuestra alma para el ingreso de influencias de la misma especie negativa, provenientes de las poderosas centrales de formas de pensamientos de descontentamiento y de pesimismo. Es como si bajásemos el puente levadizo de nuestro castillo interior y convidásemos los enemigos a tomar nuestra alma de asalto. En una tal situación no estaremos aptos a ofrecer ninguna resistencia, ya que fuimos nosotros mismos que extendemos la mano hacia el mal. Un ser humano ligado a la Luz será siempre optimista. Y la llave de la victoria para él se llama “perseverancia”.
Pero… ¿Cómo saber si estamos de hecho progresando en ese trabajo de perfeccionamiento espiritual? ¿Existiría alguna especie de “termómetro” que indicase el nivel de cambio interior que logramos alcanzar? ¿Cómo podríamos dimensionar nuestra real disposición en vivir en conformidad con las leyes primordiales?
A lo largo del Mensaje del Grial, Abdruschin llama reiteradamente la atención para la necesidad de que “todas las cosas serán hechas nuevas”. Se trata de un nuevo e indispensable encuadramiento del ser humano dentro de las leyes que gobiernan la Creación, única posibilidad de subsistir en el Juicio Final. En vista de eso… ¿Cómo podemos saber si efectivamente nos tornamos nuevos en el espíritu, o si, por lo menos, estamos en ese camino? ¿Qué podría ser utilizado como medida, como una especie de “termómetro” indicativo de ese cambio tan necesario?…
“En la realización de la promesa: ‘Todas las cosas serán hechas nuevas’, no se encierra el sentido de una transformación, sino de una neoformación después del derrumbamiento de todo lo que el espíritu humano haya deformado y emponzoñado. Y comoquiera que ya no existe nada que el hombre, en su presunción, no haya tocado y emponzoñado, todo tendrá que venirse abajo para, después, ser hecho nuevo, pero no según la voluntad humana como hasta ahora, sino conforme a la Voluntad divina, que aún no ha sido comprendida por las almas humanas, corrompidas a causa de su egoísta volición.”
(Una Nueva Ley)
Esa exhortación de Abdruschin es una repetición, para la época moderna, de la misma aclamación ya hecha por el Hijo de Dios, Jesús:
“Es preciso que los hombres sean arrancados de esa comodidad espiritual que ellos mismos han elegido y que no sirve sino para adormecerles en lugar de fortalecerles y vivificarles, como ya lo dejó dicho Jesús en aquel entonces, al pronunciar la advertencia de que nadie entrará en el reino de Dios si no nace de nuevo, y al hacer alusión, repetidas veces, a que todo tiene que hacerse nuevo para poder subsistir ante Dios”.
(Naturaleza)
A quien ya se convenció de la necesidad de un total cambio de su sintonía interior, de modo que esta quede integralmente acorde con la Voluntad de su Creador, de, por tanto, que “se torne nuevo” en su espíritu, surge frecuentemente esa pregunta de saber si está realmente siguiendo el camino correcto, o lo que él debe objetivamente hacer para andar finalmente como es debido.
Abdruschin aborda esa última parte de la pregunta en la conferencia “Mira, ¡Oh Hombre!, Cómo Has de Recorrer esta Creación…”
“A pesar de que el Mensaje encierra en sí todo lo necesario para indicar a los hombres el camino que han de recorrer en la creación si quieren ascender a las alturas luminosas, se repite una y otra vez, para cada uno, la angustiosa pregunta: ‘¿Qué debo hacer yo para caminar realmente como es debido?’.
Este sentimiento atormenta a muchos, pues el hombre gusta de intentar poner todo más complicado de lo que es en realidad. El necesita esa singular manera de dificultarse todo, dado que no posee en sí la fuerza de dedicarse a lo sencillo con sinceridad y ardor. Todo su saber ya no basta para eso.”
El autor discurre, a partir de ahí, sobre como perdemos paulatinamente la capacidad de comprender justamente lo que es sencillo, creando siempre nuevas dificultades para nosotros mismos. Entonces, en la secuencia, él anuncia una nueva ley en consonancia con la Voluntad del Todopoderoso:
“¡Se os permite recorrer la creación! ¡Id por ella de modo que no inflijáis daño alguno a otro para satisfacer un deseo cualquiera! Si no, se tenderán hilos en el tapiz de vuestro camino, que os impedirán ascender hacia las luminosas cumbres del consciente y gozoso crear en los jardines de todos los reinos de vuestro Dios.
Esa es la ley fundamental que encierra en sí todo cuanto vosotros necesitáis saber. Si la acatáis, nada podrá pasaros. No seréis sino conducidos hacia arriba por todos los hilos tendidos con vuestros pensamientos, vuestra voluntad y vuestras acciones.”
Esta ley es la misma que Jesús ya nos había otorgado hace más de dos mil años, en una época en que el intelecto aún no era tan omnipresente en la vida cotidiana, mandando y desmandando en todo. La ley dada por Jesús se evidencia en dos frases sencillas: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y “así como queréis que los hombres os hagan, haced con ellos de la misma manera” (Lucas 6:31). Quien cumple la ley en esa forma dada por Jesús también cumple automáticamente la ley anunciada por Abdruschin, pues lo que hacemos a nuestro semejante, lo hacemos, en realidad, a nosotros mismos, puesto que la reciprocidad nunca falla. Dar significa en verdad, del punto de vista de las leyes naturales, recibir.
“Porque es una verdad irrevocable: ¡Lo que hagáis por el prójimo, lo haréis, en realidad por vosotros mismos! Sólo por vosotros; pues según las Leyes eternas, todo recae ineludiblemente sobre vosotros, tanto lo bueno como lo malo, ya sea aquí o allá.”
(Ascensión)
“Dar desinteresadamente, ayudar donde sea necesario y tener comprensión para los sufrimientos del prójimo como para sus debilidades, significa recibir; pues es éste el camino sencillo y verdadero que conduce hacia el Altísimo.”
(¡Despertad!)
La actuación correcta en ese sentido es la llave para la felicidad. Si sembramos alegría y felicidad, sin interés en adquirir alguna ventaja personal, pero con vistas solamente al bien de nuestro semejante, no cosecharemos nada diferente de eso. Y así será en el futuro.
“En el futuro, vivirá exclusivamente para alegría de su prójimo y de sí mismo, sin llevar consigo el envidioso afán de conseguir lo que aún no posee.”
(¡He Aquí Lo Que Te Es Provechoso!)
Entonces podemos saber si nos modificamos suficientemente en nuestro interior, a punto de cumplir esa ley de modo natural, sin esfuerzos, por el tipo de pensamientos que generamos. Los pensamientos constituyen el mejor “termómetro” del grado de cambio que ya fuimos capaces de implementar en nosotros mismos. De lo cuanto, efectivamente, ya conseguimos hacernos nuevos interiormente, de lo cuanto ya conseguimos purificar el hogar donde son generados nuestros pensamientos.
Cualquier pensamiento que, analizado con imparcialidad, demuestre que nuestras debilidades aún se evidencian de algún modo, en perjuicio de nuestro prójimo, constituye una señal de que no estamos cumpliendo la ley y, por consiguiente, aún no modificamos nuestra voluntad intuitiva integralmente, tal como deberíamos. Nuestra alma aún está enferma, con fiebre, y el termómetro indicador de pensamientos mostrará eso con toda claridad.
Del mismo modo, pensamientos direccionados exclusivamente para lo mero terrenal, solo para las exterioridades materiales, sin ninguna evidencia de un objetivo mayor, indican una inacción del espíritu, una parálisis o inercia que fácilmente puede redundar en estagnación y retroceso, por tanto, en una involución espiritual. El termómetro de los pensamientos también mostrará ese estado enfermizo, como si fuera una “hipotermia anímica”, resultante de la indolencia espiritual.
Sabemos que la indolencia del espíritu es una consecuencia del predominio del intelecto, en un proceso que ya viene desde muchos millares de años. Esa indolencia o pereza se demuestra en todo, incluso en los intentos de la criatura humana de aproximarse de su Dios, sea por medio de rezos o mediante los ritos de una religión constituida. Esas prácticas se tornaron hábitos sin vida, rutineros, muchas veces ejecutados en días y horarios predeterminados. Costumbres rígidas, desprovistas de valor para una ascensión del espíritu.
“Otro tanto sucederá a la multitud de los que cumplen sus deberes religiosos con la regularidad y obligación propias de otras tareas, considerando dichos deberes como necesarios, útiles y oportunos, en parte también por hábito o porque ‘así es costumbre’. Quizás también por ingenua precaución, porque ‘uno nunca sabe en definitiva si le servirá de algo’.”
(Unas Palabras Necesarias)
“Para comodidad vuestra, habéis hecho de cada mensaje de Dios una religión. ¡Y eso fue un error! Pues la religión fue erigida sobre un pedestal especial apartado de vuestras ocupaciones diarias. Y esa fue la mayor falta que pudisteis hacer; pues, con ello, también la Voluntad de Dios quedó apartada de la vida cotidiana o, lo que es igual, vosotros os apartasteis de la Voluntad divina, en lugar de uniros a ella poniéndola en el centro de vuestra vida y de vuestras actividades diarias, llegando a ser uno con ella.”
(La Adoración a Dios)
“Se cuentan por millares los que experimentan dentro de sí una cierta satisfacción, una especie de exaltación, al tener conciencia de que creen en Dios, de que recitan sus oraciones con toda la seriedad posible y que intencionadamente no hacen daño alguno al prójimo.
(…)
La ‘exaltación interior’ no es en tales casos más que una autosatisfacción nacida de la oración o de pensamientos intencionadamente buenos. ¡Aquellos que se tienen por humildes, suelen ser, en la mayoría de los casos, los más alejados de la verdadera humildad!”
(Caminos Falsos)
En el trecho de la conferencia “La Adoración a Dios”, vemos una vez más la exhortación de que nos tornemos una sola cosa con la Voluntad emanada del Creador. Y en el trecho de la conferencia “Caminos Falsos”, la indicación sobre la falsa “exaltación interior” oriunda de pensamientos “intencionadamente” buenos. El buen pensamiento solo tiene valor si es natural, oriundo de un hogar generador puro, y no forzado intencionadamente o artificialmente.
Esfuerzos artificiales para vernos libres de malos pensamientos nunca tendrán éxito. Al contrario. La sicóloga experimental Cordelia Fine afirma que, con nuestro intento forzado de “pensamientos positivos” estaremos justamente alimentando el pensamiento perturbador. De nada sirve repetir a sí mismo: “¡No voy a pensar más en tal cosa!”, “¡No voy a fortalecer esa situación pensando en eso!”, porque esos pensamientos, por sí mismo, ya constituyen un fortalecimiento de aquello que se procura debilitar u olvidar. El sicólogo Julio Prestes, a su vez, constata: “La fijación en diálogos internos del tipo ‘Eso es injusto’ o ‘No podría haber pasado eso conmigo’ dificulta la búsqueda de la recuperación y favorece la continuidad del dolor.” La actitud adecuada consiste en un cambio de foco natural, no forzado. Cada cual puede encontrar lo que mejor le auxilia en eso. El trecho que sigue del libro “África y sus Misterios”, de la escritora Roselis von Sass, muestra como un pintor conseguía librarse de pensamientos opresores:
“En la pared, enfrente de él había un bello cuadro japonés. Suspiró profundamente al concentrarse en la belleza de la tela. Takashi, el pintor de esa obra de arte, era amigo suyo, además de una persona extraordinaria, pensó con un poco de envidia. Takashi tenía la capacidad de concentrarse en la pintura o en la poesía de tal forma que los pensamientos atormentadores se disolvían generalmente en nada.
‘A mí me vendría muy bien tal capacidad de concentración, pensó. Hoy en día es necesario pensar de modo abstracto y olvidarse del ambiente…’”
Ya la indolencia espiritual que se manifiesta en las varias formas de culto engendradas por el intelecto, viene de muy lejos. Las escenas retratadas a continuación ocurrieron en la época de Lao-Tse, en un trecho extraído del libro de mismo título, publicado por la Ordem do Graal na Terra:
“El Lama Hi-Wen-Yang permaneció en la capital y oficiaba diariamente en el templo de Dios.
Antes también hubo devociones; la frecuencia, sin embargo, había sido ínfima; ahora, las masas acudían de tal manera que el gran recinto se hacía pequeño.
Lo que el Lama tenía que decir no se diferenciaba mucho de lo que todos ya sabían. Pero era decisivo el modo como él lo presentaba. En la mayoría, el pensamiento en Dios se había hecho una rutina. Lo adoraban como anteriormente los ancestrales habían adorado a los dioses. Estaba tan arraigado en ellos el concepto de ‘sacrificio divino’ que ellos mismos habían creado algo semejante en forma de flores, piedras y frutos, que cargaban hacia el altar. Con eso satisfacían a su ‘yo’ interior, sintiéndose concomitantemente realizados.”
La palabra “sacrificio” deriva de “sacro oficio”, expresión originada del latín sacro facere, cuyo significado original es “hacer sagrado”. Los múltiples cultos engendrados y direccionados por el intelecto buscan hacer sagrada una pequeña faceta de la vida humana, en un determinado día y horario de la semana, al paso que la devoción a Dios debería constituirse en la propia vida, integralmente, en todos los minutos y segundos.
En contraposición a la crónica indolencia espiritual, que también se demuestra en los cultos desvinculados del vivenciar cotidiano, un espíritu vivo y actuante se torna naturalmente un manantial de pensamientos optimistas y de amor al prójimo, pleno de alegría de vivir y de total confianza en el Creador. Y eso sin dejar de lado las ponderaciones necesarias para ejecutarse bien las actividades terrenas. Pensamientos de ese tipo son indicativos de que estamos siguiendo el camino correcto. Ya decía el profeta Isaías (765-681 a.C.) que “con alegría sacaremos agua de las fuentes de salvación” (Isaías 12:3). Nuestro termómetro interior de ese tipo de pensamientos no acusará, en ese caso, ni fiebre ni hipotermia, pues estaremos cumpliendo de manera natural la ley indicada por Abdruschin y por Jesús, siguiendo alegres por el áureo camino del medio.
Cumplir de manera natural… Es de ese modo que los aclaramientos provenientes de un Mensaje del Alto deben ser por nosotros incorporados, siempre con toda naturalidad, en todos los actos de la vida.
“Debéis acoger todo mensaje de Dios como algo completamente natural y práctico; vuestro trabajo, vuestros pensamientos, toda vuestra vida, deben quedar impregnados de él. Que no se convierta, como ha sucedido ahora, en una cosa aparte, a la cual visitáis en las horas de ocio, durante breves instantes, cuando sentís necesidad de hacer un acto de contrición, de dar gracias o de solazaros. No es así como podrá llegar a ser algo natural en vosotros, algo tan personal como el hambre y el sueño.”
(La Adoración a Dios)
“Respetad de una vez las leyes naturales tal como son realmente, en su simple y, por tanto, soberana grandeza. Adaptaros a ellas y vivid en consecuencia; orientad en esa dirección vuestros pensamientos, obras y costumbres dentro y fuera de la familia; en suma, sed naturales en el sentido más puro, con lo que también seréis felices.”
(El Beso de la Amistad)
Solamente cuando un Mensaje proveniente de las alturas se nos hace algo absolutamente natural, cuando todas nuestras intuiciones estén naturalmente encuadradas dentro de los preceptos de ese Mensaje, es que realmente estaremos viviendo en conformidad con las leyes de la Creación en él expresos.
Otro aspecto esencial para quien se esfuerza en tornarse nuevo en su espíritu es no dar tanta importancia a las asperezas del día a día. La Tierra es un local donde conviven tanto personas de buena índole como individuos retrógrados. Y eso en varios grados, en diversos niveles. Es imposible que no sucedan roces y desentendimientos. Pero nunca debemos encararlos como una declaración de guerra. No debemos y no podemos emitir pensamientos negativos en ninguna circunstancia. La ley de la Creación no admite excepciones o salvedades. No existe nada parecido con una “autorización especial” para poder emitir pensamientos negativos en determinadas situaciones desagradables.
Nada justifica pensamientos negativos de cualquier especie, ni siquiera en el caso de enfermedades. No hay ninguna excepción en las leyes primordiales que permitan, en un o en otro caso, la generación de un pensamiento negativo sin el decurrente efecto retroactivo de la misma especie.
Naturalmente, debemos tomar alguna acción de defensa o de búsqueda de una reparación si somos víctimas de un acto injusto o inconsecuente, pero debemos hacerlo con serenidad de alma. Ya tratamos de eso. Serenidad verdadera, de un alma consciente de sus responsabilidades dentro de la Creación. Y no solo con “palabras serenas”, exteriorizadas de modo forzado, que nada más son de que un esfuerzo artificial de reequilibrio producido por el intelecto y la exacerbación de una especie de farisaísmo, para mantener una falsa apariencia de paz interior, incluso delante de sí mismo.
Es necesario que miremos el espejo de nuestras almas sin atenuantes. Usted, lector y oyente, también puede inadvertidamente provocar alguna tristeza en alguien, sea con un gesto impensado o con una palabra ríspida. Incluso una mirada ya es suficiente para causar un dolor de alma. Cuide de la manera como trata a sus semejantes, no descuide eso en ninguna hipótesis; jamás permita que sus propias flaquezas y codicias se interpongan en el relacionamiento con el prójimo.
“Pero, en nuestros días, esa tendencia a ceder a las propias flaquezas es considerada precisamente con demasiada ligereza; y, sin embargo, forma parte de esa realización de los propios deseos en perjuicio o detrimento de vuestros semejantes. Sólidos son los hilos que se tienden de esta manera y retienen a toda alma que haya obrado de tal suerte.”
(Mira, ¡Oh Hombre!, Como Has de Recorrer esta Creación…”)
Y cuando, por algún motivo, usted se vea como responsable por cualquier desentendimiento, no hesite en pedir perdón. El perdón sincero siempre retira dos enormes pesos: el que está encima de los hombros de quien hirió y el que está dentro del corazón de quien fue herido. Pedir perdón no es una señal de debilidad, pero sí de fuerza; conceder perdón no es una señal de ser suave o blando, pero sí de sabiduría. Y el primero de ambos a olvidar el entrevero será seguramente el más feliz.
Por cierto, una sonrisa franca y honesta tiene el poder de sepultar muchos malentendidos ya en su nacimiento, y eliminar disgustos futuros. El buen humor puede evitar que una pequeña molestia o cualquier problemita, se transforme en una crisis grave, en una vicisitud profunda, capaz de tomar todos los pensamientos, caso el hogar de ellos no esté profundamente purificado.
Otra situación en que nuestro termómetro de pensamientos puede acusar una fiebre intensa es con relación a los descalabros de la vida actual. Nunca se vio tanta corrupción, tanto crimen, tanta maldad y crueldad, y de formas casi increíbles. Eso frecuentemente provoca sentimientos de rebeldía y, consecuentemente, pensamientos afines, con las consecuencias que ya conocemos.
Aquí es necesario destacar una vez más que estamos viviendo en medio a un gigantesco proceso de depuración mundial, vaticinado en muchas profecías y conocido en la tradición occidental como Juicio Final. En ese proceso, todo el mal es fortalecido al máximo, para hacer retornar a sus autores los frutos correspondientes, y, enseguida ese mal se extingue por completo, juntamente con sus fomentadores, al paso que el bien permanece y es robustecido.
“El movimiento del mecanismo cósmico es acelerado actualmente por la intensificación de las radiaciones de la Luz, intensificación que provoca efectos finales, fomentando previamente el desarrollo de todo lo existente hasta que dé frutos y llegue a una sobremaduración, de forma que lo falso se destruya y se haga justicia a sí mismo aniquilándose, mientras que lo verdadero quede libre de la presión que lo falso logró ejercer hasta aquí, pudiendo fortalecerse.”
(Sumisión)
Es por eso que en las últimas décadas la humanidad viene siendo asolada por un número creciente de tragedias y catástrofes, todas superponiéndose continuamente, sean eventos de la naturaleza o infortunios de la sociedad humana. Terremotos, erupciones, inundaciones, ciclones, incendios, efecto invernadero, hoyos en la camada de ozono, explosiones solares, enfermedades terribles, hambre, robos, miseria, matanzas, guerras, revoluciones, atentados terroristas, disturbios colectivos, accidentes, drogas, descalabro económico, miedo pánico, depresión, crisis moral… Las noticias sobre esos acontecimientos son, invariablemente, siempre peores. A cada año, a cada mes la situación se deteriora más y más. Y mucho más va a empeorar en el futuro.
De nada sirve emitir pensamientos de rebeldía contra esos acontecimientos. La criatura humana debe saber que todo se encuentra en ebullición, para que el mal sea finalmente eliminado para siempre de la faz de la Tierra, y con él las criaturas malas que lo produjeron o que a él se apegaron. Ella debe abstenerse, con la máxima energía, de también hacer parte del inmenso grupo de individuos malos, por la emisión descuidada de pensamientos de rebeldía.
Claro que ella puede y debe luchar con las armas que tiene a su disposición para mejorar las cosas que reconoce como erradas, como denuncias de corrupción, actos contra la degradación del ambiente, crímenes contra la naturaleza y tantas cosas más. Pero debe hacer todo eso con serenidad, conservando siempre, y siempre, el hogar de sus pensamientos absolutamente puro. No debes emitir pensamientos bajos ni cultivar sentimientos intuitivos de revuelta. Incluso en casos realmente perniciosos, que generan sentimientos de justa indignación, como crímenes practicados contra los animales, él debe mantener la calma y luchar contra esos desmanes sin generar pensamientos negativos.
Necesitamos nuevamente recordar siempre de que no existe ninguna situación en la vida que justifique un único pensamiento malo. Esa frase será automáticamente seguida por quien ya procedió a un cambio efectivo en su interior, en quien mantiene puro su hogar de pensamientos.
Roberto C. P. Junior
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1) Parsifal y las Leyendas del Grial
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