Reading time: 7 minutes
Ya tratamos aquí de la dificultad experimentada por muchos en recorrer firmemente un nuevo camino espiritual, después del reconocimiento de que el anterior no llenaba más sus necesidades de evolución, o que simplemente no era realmente el correcto, trayendo más daños que beneficios. La indicación fue que la llave para el éxito estaba sedimentada en la palabra “perseverancia” (https://bit.ly/2VX1kdF). Perseverar en el camino elegido, a pesar de todas las dificultades interiores y exteriores, traería la victoria final.
Sin embargo, aún hay otro actor que participa activamente en ese proceso de desarrollo y florecimiento espiritual, decidido por el libre albedrio personal. Un actor no muy conocido, pero que ejerce un papel preponderante en ese proceso, realmente fundamental, auxiliando al peregrino a proseguir en el camino elegido de la ascensión. Ese actor actúa interna y externamente, trayendo fortalecimiento continuo del anhelo de aquel que lucha por limpiar su alma, en un círculo virtuoso creciente y poderoso, que cada vez más eleva el espíritu humano y lo protege de la caída.
Se trata del reflujo condensado de todo lo que insertamos en el mundo mediante nuestros pensamientos y sentimientos. De ese modo, cuanto mejor nos tornemos, tanto más fácil será convertirnos cada vez mejores. Mientras más evolucionados somos, mucho más sencillo será evolucionar más y más.
Abdruschin trata de ese fenómeno bajo varios enfoques en su obra En la Luz de la Verdad, el Mensaje del Grial (https://mensaje-del-grial.org/), como en este trecho de la disertación “Destino”, referente a una persona que se entrega a un determinado tipo de querer:
“La naturaleza de los actos volitivos por los que él opte determinará los frutos que habrá de recoger al final. Innumerables hilos etéreos están adheridos al hombre, o éste a ellos, de tal suerte que pueda refluir sobre él todo cuanto, un día, deseó. Esos flujos depositan una especie de brebaje, que va influenciando continua e intensamente en su carácter”.
Si los flujos son buenos, la nobleza del carácter se evidenciará cada vez más y, con eso, la misma persona fortalece su voluntad, continuamente, en el sentido del bien. Por tanto, efecto de una actuación espiritual interna.
Externamente, el querer de esa persona también es fortalecido ininterrumpidamente por los influjos provenientes de las centrales de pensamientos e intuiciones de la misma especie a que ella está ligada, conforme indica la secuencia de la misma disertación:
“Debido a la persistente buena voluntad en todos los pensamientos y obras, emana, también con efecto retroactivo, una continua intensificación procedente de la fuente de energía de las especies afines, de forma que lo bueno irá afianzándose más y más en el hombre mismo, le rebasará y formará un medio ambiente de materialidad etérea, que le rodeará como una envoltura protectora, tal como proporciona protección a la tierra la capa de aire que la envuelve”.
Evidentemente, lo inverso también es verdadero. Quien permite la aproximación del mal, quien se entrega a intuiciones malas, como la envidia, será también continuamente fortalecido en su mala voluntad. Su voluntad interior se tornará así cada vez más envidiosa, debido al mismo fenómeno. De ese modo, es mucho más difícil a un tal generador permanente de configuraciones intuitivas nocivas conseguir libertarse del mal, como aclara nuevamente Abdruschin:
“Por eso es que a tal promotor no le resultará fácil entregarse a sentimientos más puros, porque encontrará una fuerte oposición en las corrientes de envidia que afluyen a él, las cuales le apartarán una y otra vez de dichos sentimientos. Para poder reemprender su ascensión, habrá de realizar un esfuerzo mucho más grande que el que precisa hacer un espíritu humano libre de tales impedimentos. Y solamente la continua imposición de una voluntad pura es capaz de ir atrofiando más y más ese cordón de nutrición hasta que, reseco e inerte, tenga lugar su ruptura”.
Ese efecto de auto fortalecimiento, tanto en el sentido del bien como del mal, vale para muchas situaciones de la existencia terrena. En el buen sentido, la asimilación y comprensión de la Verdad de la vida es igualmente obtenida de ese modo, de manera automática, cuando una persona se esfuerza por espiritualizarse, tal como indicado en este otro trecho de la obra de Abdruschin:
“La Verdad, empero, es siempre la misma, nunca cambia porque es eterna. Y, por serlo, jamás podrá ser comprendida en toda su pureza y realidad por los sentidos terrenos que no conocen más que el cambio de las formas.
Por lo tanto, ¡haceos espirituales! Despojaos de todo pensamiento terrenal y poseeréis la Verdad, os hallaréis en la Verdad, os bañaréis en ella bajo el incesante resplandor de su Luz purísima, pues ella os rodeará completamente. Os mantendréis a flote en ella, en cuanto seáis espirituales.
Entonces ya no necesitaréis aprender ciencias en largas lucubraciones, ya no tendréis por qué temer errores, sino que a cualquier pregunta encontraréis al instante respuesta en la Verdad misma; es más, ya no tendréis pregunta alguna, porque sin necesidad de pensar lo sabréis todo, lo abarcaréis todo, porque vuestro espíritu vivirá en la Luz pura, en la Verdad” (Despertad).
Por fin, el propio ingreso al Paraíso, la patria eterna del espíritu humano, meta suprema de su peregrinación por los varios planos de la Creación, es conseguida de esa misma forma. Abdruschin muestra como eso sucede con un espíritu que se esfuerza continuamente en ascender, cuando haya dejado el mundo material:
“También en las regiones luminosas, cada alma humana se encontrará, según la constitución de su cuerpo etéreo, con especies afines, es decir, con seres de su misma naturaleza. Comoquiera que sólo lo verdaderamente noble, lo que está poseído de buena voluntad, es capaz de tender hacia arriba libre de ruines apetencias, las especies afines que esa alma encontrará serán exclusivamente especies nobles. Resulta también fácilmente comprensible que el morador de tales regiones no sufrirá tormento alguno, sino que gozará solamente de las bendiciones que emanen de su propia nobleza análoga al ambiente en que vive. Se sentirá feliz, y su forma de ser despertará en los demás una alegría que él mismo compartirá. Podrá decir que camina por el país de los bienaventurados, de los que se sienten felices.
Estimulado por ello, la alegría experimentada junto a lo puro y elevado irá intensificándose progresivamente y le elevará más y más. Su cuerpo etéreo, impregnado de ese sentimiento, se hará más sutil y menos denso cada vez, de tal suerte que el resplandor del núcleo sustancial-espiritual irá surgiendo de su interior más radiante cada vez, y, finalmente, las últimas partículas de ese cuerpo etéreo se consumirán en forma de llama, con lo que ese espíritu humano perfecto, consciente, personal y de naturaleza absolutamente sustancial-espiritual, podrá rebasar los límites de la sustancialidad espiritual. Sólo entonces, entrará en el eterno reino de Dios Padre, en el Paraíso imperecedero” (Las Regiones Luminosas y el Paraíso).
Una vez más vemos que todo, realmente todo lo que alcanza al ser humano, incluyendo las posibilidades mayores o menores de su ascensión espiritual, de fortalecimiento o debilitamiento de esas perspectivas, dependen siempre, única y exclusivamente, de él mismo.
Roberto C. P. Junior
(instagram.com/robpucci/)
● Verifique las publicaciones con sonido de esta página en nuestro canal de Youtube: https://bit.ly/YT-EDSM.
● Conozca las obras literarias publicadas por la Ordem do Graal na Terra. Ingrese a: bit.ly/libros-OGT.
#ordemdograalnaterra
#espiritualidad
#espiritualismo
#evolucaoespiritual
#desarrolloespiritual
#concienciadesímismo